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El origen de la inflación global es distinto y los bancos centrales aún no encuentran la fórmula para enfrentar un problema que parece no tener soluciones a corto plazo
Dice Jim O’Neill, expresidente de Goldman Sachs Asset Management, exministro del Tesoro de Gran Bretaña y miembro de la Comisión Paneuropea de Salud y Desarrollo Sostenible, que “nadie sabe qué giro tomará la pandemia o si los recientes aumentos de precios serán transitorios, lo que significa que los pronósticos económicos se han vuelto aún más peligrosos de lo habitual. Sin embargo, algunas tendencias deben vigilarse más de cerca que otras, y algunas políticas deben cambiar independientemente de lo que suceda”.
Habla de que 2022 será complejo. “Cuando se trata de 2022 (y más allá), no estoy seguro de si vale la pena ni siquiera fingir. No puedo recordar un momento anterior en el que había tantos grandes interrogantes que se cernían sobre tantas cuestiones económicas clave (...) Esta profunda incertidumbre es especialmente intrigante con respecto a los mercados financieros. Si alguno de los diversos desarrollos a observar toma un giro negativo, las implicaciones para los mercados elevados de hoy podrían ser nefastas. Entre los temas más urgentes y de actualidad, además del coronavirus, está la inflación. ¿Los aumentos de precios de este año son transitorios o representan algo más siniestro? Mi respuesta inútil es: “No lo sé”. Aunque sugerí en esta época el año pasado que la inflación se convertiría en un problema mayor que el débil crecimiento del PIB, ahora, mientras miro hacia 2022, estoy mucho menos seguro”.
Cada vez más lo que sucede en el mundo afecta de manera negativa o positiva a Colombia, bien sea por los precios de las materias primas, por el ataque a las monedas emergentes o por la volatilidad del sistema financiero. Y si los analistas de máxima credibilidad se atreven a decir: “No lo sé”, es para ponerle cuidado en tratar de despejar una X permanente en muchas de las ecuaciones fundamentales para el país. “La escasez de oferta en sí misma puede ser síntoma de problemas mayores, como la sobreestimulación económica, políticas monetarias ineficaces o un débil crecimiento de la productividad”. Palabras complejas de un experto, al oído de un equipo económico de salida y de una Junta Directiva del Banco de la República que no se ha ajustado, tiene dudas y no se sabe cuál será su línea frente al gran problema de la inflación, que parece ser el fantasma de mil cabezas que ha resucitado.
O’Neill hace preguntas que bien deben responder los codirectores: “¿Cuál es el propósito de la política monetaria en la economía actual? ¿Deberíamos seguir preocupándonos por los niveles de deuda pública o hemos descubierto (por casualidad) que nunca tuvimos que preocuparnos por esto? En cuanto a la política monetaria, estaba claro, incluso antes de la pandemia, que el mundo posterior a 2008 de infinita generosidad de los bancos centrales había dejado de ser útil. Hace mucho que necesitamos volver a una relación en la que las tasas de interés ajustadas a la inflación se parecen en cierta medida a las tasas de crecimiento del PIB potencial”.
El fragor de la campaña presidencial, las ideas populistas, la pobreza de la gente y los precios altos no son buenos condimentos para un cambio de administración en medio de grandes expectativas de que el país seguirá creciendo por encima de la inflación causada. Se viene un tiempo extraño, quizá no tan malo, pero sí distinto a los años que le precedieron. Es un auténtico cambio de época.
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