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Un país en donde la necesidad obliga a crear empresa tiene mucho futuro, solo es cuestión de invertir las alternativas y enfocarse a una economía de dueños más que de dependientes
Hay un comentario popular que dice: en décadas pasadas a una persona que montaba un negocio se le calificaba como “echado para adelante, solo que ahora se le llama emprendedor”, un fiel reflejo del ADN del colombiano para sacar su vida adelante, muy a pesar de las adversidades, sin sentarse a esperar ayudas ni subsidios. Esa es una de las conclusiones que se desprende la una encuesta realizada por la Cámara de Comercio de Bogotá en la que se demuestra que buena parte de los nuevos empresarios registrados se montó en la tarea de hacer empresa porque no tenía ingresos, en pocas palabras la necesidad convierte las ideas en negocios y las crisis o el desempleo obliga a emprender, generar empleo, desarrollar riqueza y alcanzar el bienestar, un círculo virtuoso en el que deberían caer todas las sociedades de un país emergente como el nuestro. La Gran Encuesta del Empresariado de Bogotá y la Región, realizada por la Cámara, busca consolidar la radiografía del tejido productivo de la Capital y su mercado, con el fin de contar con un marco de referencia que permita orientar la toma de decisiones, la construcción de política pública y las estrategias para el fortalecimiento empresarial, en beneficio de unos 60 municipios de la jurisdicción de la CCB, en la que se consultaron a más de 2.300 empresarios con y sin registro mercantil. Al auscultar los motivos para crear empresa, 43% de quienes no cuentan con la identificación mercantil la razón se asocia con la subsistencia y un alto 13%, para los empresarios con registro, identifican nuevas oportunidades de negocio. El mejor termómetro para saber qué mueve a las personas a montar proyectos productivos es el camino hacia la formalización de generar un autoempleo y bien puede medirse a través de los registros mercantiles de las cámaras de comercio a lo largo y ancho del país. Es importante analizar esa realidad y desde esa observación poder diseñar políticas públicas e iniciativas privadas para que las personas avancen en su independencia económica generando sus propios ingresos. La encuesta de la Cámara encuentra una diferencia en ser empresario: 76% de aquellos que cuentan con registro mercantil se reconocen como tal, mientras que en el caso de los quienes no tienen el documento expedido por la entidad, solo 53% se dicen empresarios. Por el contrario, la gran mayoría, en ambos casos, se ve como un emprendedor, pues en el caso de los empresarios con registro, aplica para 95% y sin registro para 96%. El hallazgo está en el importante paso de informalidad a formalidad, de la evasión de impuestos, al destino de configurarse como una persona contribuyente. Es crucial que las alcaldías y universidades tomen nota en los resultados de este tipo de investigaciones que pulsan la decisión de las personas para hacer empresas. Primero surge como una alternativa de supervivencia, pero con el paso del tiempo o la maduración de sus negocios, no solo se autodenominan empresario, sino que pasan a formalizar su identidad mercantil. Sería un estupendo avance social que las personas en ese nivel de transformación productiva u ocupacional estén acompañadas por entidades idóneas para evitar que sus ideas e iniciativas se pierdan en papeleos, burocracia y encuentren una manera, de no solo de vivir, sino de generar nuevos puestos de trabajo. Virtuoso un país en donde de la crisis resultan empresarios.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados