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El problema para el nuevo gobierno no es cómo va a recibir la economía, ahora se trata de la hoja de ruta que propone para mantener una economía en franco crecimiento
Hacer campaña electoral sobre los lastres económicos del actual gobierno no es muy rentable para los dos candidatos que aún están en competencia por la Casa de Nariño. Si bien hay polémica por el histórico crecimiento de dos dígitos del PIB del año pasado, por parte de quienes critican ese indicador como termómetro fundamental del estado de un país, la realidad internacional es que la variación del tamaño general de la economía es determinante para proyectar el desarrollo de una región; dicho de otra manera, lo que no se mide no se controla ni se conoce, y de alguna manera científica ampliamente aceptada, hay que saber cómo va la sumatoria de los bienes y servicios que se producen en un país. No se puede desconocer por más opositor que se sea de este Gobierno Nacional, que la economía colombiana rebotó de manera espectacular tras la caída global durante 2020, y que si bien todos los países rebotaron casi por partes iguales, Colombia estuvo entre los de comportamiento superior. Lo que habla de una buena dinámica interna refrendada por la revisión al alza del crecimiento del PIB para este año por parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ocde, y el Banco Mundial, organismos que durante la última semana elevaron la tasa esperada para este año a más de 5%; muy por encima del estimado local.
El Banco Mundial mantuvo inalterada su previsión de crecimiento económico para Latinoamérica y el Caribe este año en 2,5%, al tiempo que alertó sobre los peligros de la elevada inflación y el aparente frenazo de la actividad económica, pero afirmó que se espera un crecimiento del PIB colombiano de 5,4%, superior al previsto en el pasado abril de 4,4%. Según las Perspectivas Económicas Globales, de la banca multilateral, ese punto adicional tiene que ver con el nuevo escenario internacional derivado de los altos precios de los combustibles y de otras materias primas y productos agropecuarios tropicales.
Lo mismo hizo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que mejoró 0,6 puntos porcentuales a 6,1% su proyección de crecimiento del Producto Interno Bruto para este 2022, en comparación con un 5,5% pronosticado en diciembre del año pasado. El llamado “club de las buenas prácticas” dijo que el país no crecerá 5,5%, tal como se había previsto inicialmente, sino 6,1%, y que para el próximo año, se caerá a 2,1%, cifra muy baja (inicialmente había previsto 3,1%). A los ojos del organismo, el consumo privado es el principal motor de la recuperación de la crisis por la pandemia, que ha impulsado el empleo gradualmente. No obstante, la Ocde concluye que “los sólidos precios de las materias primas han mejorado los términos de intercambio y respaldan los resultados fiscales, en un contexto de aumento de la demanda externa”.
Ahora la pelota está en el campo de los equipos económicos de los candidatos, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, quienes deberán presentar un plan seductor, serio y desarrollable, a cuatro años, sobre cómo mantener el crecimiento sorprendente de los dos últimos años. Los electores deben tomar nota y decidir qué es lo que más le conviene al país, pues un frenazo del crecimiento sería nefasto para la generación de empleos formales y para el pago de impuestos; es el momento de más certezas pues los electores no pueden estar entre el miedo y la incertidumbre que pueden representar los candidatos.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados