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Colombia no puede ser ejemplo de carreteras mal hechas, puentes caídos, edificios con fallas, malos drenajes, lo que está pasando es un tema de reflexión para los ingenieros
El listado de los edificios que han tenido que demoler por fallas estructurales en todo el país es enorme; los huecos en las calles de las ciudades son casi que infinitos; las alcantarillas que no dan abasto por las lluvias y se desbordan develan su mala construcción; los puentes mal hechos que en pocos años desnudan grietas, grandes dilataciones y al final colapsan van engrosándose, e incluso, grandes obras de ingeniería como HidroItuango no pasan el mínimo examen de buena calidad si se mira su actualidad. Algo está pasando con la calidad de ingeniería que se contrata en Colombia, o al menos con la ética y rigurosidad de las auditorías que revisan la calidad de cada obra.
Cada año se destinan para obras civiles miles de millones de pesos, pero nadie le hace seguimiento a la calidad de las carreteras, puentes, túneles y edificios, incluso los mismos ingenieros y sus firmas contratistas invierten más en abogados y tribunales de arbitramento que en la calidad de las obras que hablen por ellos. Gran parte de la responsabilidad de esta penosa situación la tienen las autoridades que no hacen bien su trabajo y no sancionan a las empresas que reciben dinero público, entregan obras mal hechas y vuelven a licitar nuevas construcciones en otras regiones sin el mínimo rubor de un mal producto.
Lo ocurrido en el puente sobre el río La Vieja entre los departamentos de Quindío y Valle del Cauca es solo un episodio más de esta situación sobre la cual no se toman los correctivos necesarios. Las grandes obras de infraestructura deben tener seguimiento, mantenimiento y revisión permanente para que el dinero público rinda y cumpla su función de inversión social. De nada vale cobrar grandes cantidades de impuestos para hacer carreteras, autopistas, edificios, puentes o distritos de riego, si las obras contratadas se hacen mal, no hay seguimiento o mínimamente control permanente a su mantenimiento.
Es una gran desilusión lo que está pasando con la ingeniería en Colombia, pues los últimos acontecimientos hablan por sí solos. La Contraloría General dice que investigará las causas del colapso del puente, teniendo en cuenta que recientemente había recibido una revisión, pero no se debe quedar solo en el anuncio, sino mostrar resultados ejemplares.
Colombia es un país de abogados y el anuncio de que adelantarán una indagación preliminar debe tener consecuencias. Situaciones como las tareas de repotenciación y patología estructural efectuadas al puente por el concesionario, Autopistas del Café, bajo la supervisión de la interventoría de la obra y de la Agencia Nacional de Infraestructura, ANI, no se pueden quedar en anuncios, debe haber consecuencias, pues personas inocentes mueren por la calidad de las obras en una concesión.
Esto no puede seguir ocurriendo. Hay que erradicar la mala cultura que se ha asentado entre el grueso de los contratistas estatales de que el dinero público no tiene dolientes y que son recursos para recibir sin entregar lo contratado en buenas condiciones.
Y no es solo en lo público, muchas de las edificaciones de interés social que financian los bancos también se entregan en condiciones de calidad lamentables abusando de que los beneficiarios no se quejan; incluso en estratos socioeconómicos más altos, hay edificios mal hechos, por lo que sus residentes deben entablar largas batallas legales para que las firmas constructoras respondan por la calidad de sus obras.
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