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Acemoglu dice que La inteligencia artificial puede desplazar trabajadores y degradar al consumidor, pero la historia económica dicta que no siempre ocurre lo mismo en estos casos
Todo el mundo tiene que ver con el ChatGPT de Microsoft y su novísima competencia, Bard, con la que Google ha reaccionado en la batalla de la inteligencia artificial. Se han abierto las puertas del infierno dirían los apocalípticos, mientras que los más integrados pronunciarán “hay partido señores”.
ChatGPT frente a Bard son los dos competidores en el juego de los buscadores de información y la generación de contenidos. Todo lo que se diga que va a pasar es una auténtica mentira, pues el mundo del conocimiento empieza a caminar por una senda en la que es mejor ser gregario que líder y en la que apocalípticos versus integrados aún no tienen datos para pontificar.
Daron Acemoglu, profesor de economía del MIT, coautor con James Robinson de ‘Por qué fracasan las naciones’ (Perfil, 2019), se le ha metido al tema y en un artículo titulado ‘¿Qué tiene de malo ChatGTP?’ le ha impreso al debate una de las primeras ópticas económicas.
Comienza por argumentar que “aprovechando el fácil acceso a la financiación durante la última década, las empresas y los fondos de capital de riesgo invirtieron miles de millones en una carrera armamentista de inteligencia artificial, lo que resultó en una tecnología que ahora se puede usar para reemplazar a los humanos en una gama más amplia de tareas.
Esto podría ser un desastre no solo para los trabajadores, sino también para los consumidores e incluso para los inversores”. A renglón seguido plantea que “el problema para los trabajadores es obvio: habrá menos trabajos que requieran fuertes habilidades de comunicación y, por lo tanto, menos puestos que paguen bien.
Los limpiadores, conductores y algunos otros trabajadores manuales mantendrán sus trabajos, pero todos los demás deberían tener miedo. Considere el servicio al cliente. En lugar de contratar personas para interactuar con los clientes, las empresas confiarán cada vez más en IA generativas como ChatGPT para aplacar a las personas enojadas con palabras inteligentes y tranquilizadoras.
Menos trabajos de nivel de entrada significarán menos oportunidades para comenzar una carrera, continuando una tendencia establecida por tecnologías digitales anteriores. Los consumidores también sufrirán. Los chatbots pueden estar bien para manejar preguntas completamente rutinarias, pero no son las preguntas rutinarias las que generalmente llevan a las personas a llamar al servicio de atención al cliente”. Situación que llevará al surgimiento de empresas que ofrecen un mejor servicio al cliente y se apoderarían de la cuota de mercado.
Coletazos que llegarán cuando nuevas tecnologías se instalen en el consumo masivo, pero Acemoglu advierte algo más visionario: “estas oportunidades se están descuidando, porque la mayoría de los líderes tecnológicos continúan gastando mucho para desarrollar software que pueda hacer lo que los humanos ya hacen bien.
Saben que pueden cobrar fácilmente vendiendo sus productos a corporaciones que han desarrollado una visión de túnel. Todos se concentran en aprovechar la IA para reducir los costos laborales, con poca preocupación no solo por la experiencia inmediata del cliente, sino también por el futuro del poder adquisitivo estadounidense.
Ford entendió que no tenía sentido producir automóviles en masa si las masas no podían permitirse comprarlos. Los titanes corporativos de hoy, por el contrario, están usando las nuevas tecnologías en formas que arruinarán nuestro futuro colectivo”.
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