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EDITORIAL

¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?

jueves, 9 de marzo de 2017
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Los estudios económicos colombianos aún están lejos de abordar el rol de la mujer en la construcción económica de una sociedad machista

 

Katrine Marcal es una de las periodistas más influyentes de Suecia, no solo por su papel como editora de opinión del periódico, Aftonbladet, sino por su actividad de escritora de temas feministas fundamentados especialmente en su libro ‘¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía’, un texto publicado en inglés en 2015 y traducido al español a finales del año pasado en el que analiza la historia de la economía y el pensamiento económico desde un enfoque femenino. Se enfrenta -según los críticos- “al gran mito económico que ha configurado el mundo contemporáneo, y nos anima a acabar con el homo economicus”. El punto de partida o piedra angular del sugestivo ensayo inicia haciendo una reflexión de que “cuando Adam Smith se sentaba a cenar, pensaba que si tenía la comida en la mesa no era porque les cayera bien al carnicero y al panadero, porque estos perseguían sus propios intereses por medio del comercio. Era, por tanto, el interés propio el que le servía la cena. Sin embargo, ¿era así realmente? ¿Quién le preparaba, a la hora de la verdad, ese filete a Adam Smith?”. El punto viene a colación por estos días de fervor feminista y se reflexiona a cerca de la llamada “segunda economía”, esas labores fundamentales e invisibles de las mujeres no solo en la estructura familiar, sino empresarial, para llegar a la gran conclusión de que la feminidad es un auténtico motor de la economía. El valor que tiene una ama de casa consagrada para la sociedad es invaluable, quizá el mismo o superior al que tienen las grandes ejecutivas de las empresas cuando analizan con ojos femeninos las grandes decisiones en temas de mercados, expansiones, riesgos, inversiones y todas esas opciones que se tiene que tomar a diario en las empresas. Nuestro mercado laboral ha sido especialmente duro para las mujeres. Hace un par de años el Banco de la República identificó que la duración promedio del desempleo femenino es de 7,2 meses, mientras que para los hombres es 4,3 meses, y que existe 54,1% de probabilidad de que una mujer esté desempleada por más de un año, mientras que la de los hombres es de 40,1%. Otro de los hallazgos interesantes que sincronizan con el libro de Marcal es que la duración del desempleo de una mujer comprometida puede superar un año, porque según el estudio se esmeran menos por buscar trabajo pues el ingreso de su pareja sirve como un soporte o un seguro de desempleo y genera tranquilidad en los quehaceres de la casa y en la crianza de los hijos. Una conclusión machista que evidencia que aún estamos muy lejos de verdaderamente ponderar el valor económico de las mujeres y que ha ayudado a cimentar la idea de que el hombre es autónomo, pero se olvida el análisis de los roles y funciones desempeñados por las madres, esposas o hermanas en su construcción de homo economicus.

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