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La situación del vecino es crítica y el robo de las elecciones fue su punto de quiebre, la pregunta ahora es qué papel debe jugar Colombia como país en una eventual transición
Venezuela es un gran desconocido en el vecindario. Se dio a conocer en el concierto internacional en el segundo lustro de la década del 70, cuando se erigió como una potencia petrolera, justo cuando Estado Unidos tuvo que librar la crisis del crudo originada en Medio Oriente, pero esa es otra historia.
Es un país con una cultura militar inigualable desde tiempos de la independencia; el siglo pasado padeció cinco golpes de Estado que lo condenaron a diversas dictaduras que han deformado el carácter de su población. Espionaje, censura, cárcel y exilio contra los opositores a los militares han sido pan de cada día durante casi medio siglo.
Mantener chafarotes en el poder ha sido una especialidad venezolana. Y la actual coyuntura política, económica y social se forjó entre 1975 y 1985, una década en la que se pasó de una bonanza a una crisis económica, con epicentro en la corrupción y dependencia del petróleo; época en la que se incubó la Enfermedad Holandesa que hoy mantiene al país hambriento en medio de altos precios de los combustibles.
El Movimiento Bolivariano Revolucionario fue consecuencia de esa cultura de dependencia del petróleo, corrupción, poca productividad, lo que hizo que ascendiera al poder en los albores del siglo XXI. La nueva dictadura venezolana no es distinta a las anteriores, esta tiene un presidente de papel llamado Nicolás Maduro, que todo parece indicar ha quemado sus últimos cartuchos en el Palacio de Miraflores, tras ser la imagen de un enorme robo electoral que lo ha obligado a hablar de transición.
La pregunta ahora no es otra que el papel que debe jugar Colombia en la aparente nueva situación de Venezuela. De los más de siete millones de inmigrantes que se fueron a distintos países, no regresarán al país muchos, quizá una mínima minoría, pues estabilizar al país en lo económico es cuestión de un par de décadas.
Reconstruir la economía de mercado, la devolución de las propiedades y el pago de las indemnizaciones, es cuestión de pleitos de años, lo que será una labor titánica que puede desencadenar en conflictos internos que regresen a los militares al poder. Nada pasará en Venezuela sin el aval o el guiño de los generales.
El actual gobierno colombiano, al que le quedan 23 meses en la Casa de Nariño, no le queda otro papel que acercarse a los militares venezolanos para colaborar en una eventual transición que debe ir por fases como llamar a nuevas elecciones para restaurar la democracia perdida. Claro está que el papel de Estados Unidos no es menor en toda la encrucijada que se viene para el país con mayores reservas de petróleo, gas y agua de la región.
Los rusos, iraníes y chinos también tienen velas en el entierro venezolano y no van a ceder ni un metro de simpatía con esa economía, las reservas de materias primas y los poliminerales en este continente son estratégicos, y van a dar la pelea. A Cuba, Nicaragua y Venezuela les va a llegar su propia versión de la primavera, la pregunta no es si esto es cierto, sino cuándo va a suceder.
El rol que Colombia tiene en Venezuela es enorme, casi del mismo tamaño que el de Estados Unidos, no se puede olvidar que hay millones de nacionales aún en el vecino país y que aquí hay dos o tres millones de criollos deambulando por las carreteras nacionales, tratando de pasar a Ecuador o a Panamá. Erradicar la Enfermedad Holandesa de Venezuela es una tarea que tomará tiempo, entre tanto el sector productivo colombiano puede siempre tener un plan B en esa economía.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados
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