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El Túnel del Toyo y la Ruta caribe II, entre otras obras de infraestructura no se pueden parar porque el Gobierno de turno no ha hecho los números, el país no se puede detener
Todas las grandes obras de infraestructura deben tener una “hilación” nacional, dicho de otra manera, alto impacto para el país. Las otrora llamadas 3G o 4G tenían como hilo conductor el desarrollo nacional global de cara al mundo; el gran objetivo era la interconexión de los puntos de producción con los puertos, aeropuertos y ríos navegables; una necesidad sentida desde hace un par de siglos cuando Colombia despertó al comercio internacional.
Las regiones que producen café deben estar mejor comunicadas con los puertos por donde sale el grano, o los más factibles, según el mercado en donde se vende el segundo bien más exportado, en este caso Buenaventura; el petróleo debe conducirse a las dos refinerías, por oleoductos o una buena red de carro tanques que abaratan los costos logísticos; los cultivos de flores deben tener expedita la entrega de su producto en aeropuertos internacionales; el banano mejores accesos al mar, y por supuesto, para las crecientes exportaciones de servicios debe haber aeropuertos con salidas nacionales e internacionales todo el tiempo para garantizar conexiones eficientes de las personas.
El desarrollo del país es una sumatoria de obras de infraestructura que pasan por dos, tres, cinco o seis departamentos, desembotellando ciudades y agilizando el comercio que se nutre de otras arterias llamadas vías secundarias o terciarias; es el aparato circulatorio de la economía que hoy demanda crecimiento; y quienes intervienen en este torrente son las personas empleadas formalmente por las empresas que cuentan con planes de producción para el mercado interno o externo.
¡Eso es el comercio, es la vitalidad de un país! No se puede plantear que las llamadas 4G son para satisfacer las necesidades de ciudades en particular; mucho menos para comunicar “las fincas de los ricos”, como se ha llegado a mencionar; son para sacar a millones de personas de la pobreza, para fortalecer empresas que generan empleo y pagan impuestos. Parar el aporte de la Nación al necesario Túnel del Toyo (independientemente en donde esté ubicado) es cegar la oportunidad de que los productos del interior, las materias primas del altiplano y otros bienes exportables estén más cerca del Océano Atlántico.
Se equivoca el Ministerio de Transporte cuando lo ve como una obra solo de Antioquia, es miope al darse cuenta de que es conectar mejor la capital del país con el Caribe. Lo mismo ocurre cuando no avanza a la velocidad requerida el conectar Cali con Ecuador, olvidando de tajo que es el mercado natural de más de 10% del PIB colombiano.
Ni qué decir de la llamada Ruta Caribe que, según sus cuentas, no tiene cierre financiero, lo que frustra que el Caribe tenga movilidad desde el interior. De nada vale que Barranquilla, Cartagena y Santa Marta estén al lado del mar, muy cerca del mercado estadounidense, Caribe o centroamericano, sino se les conecta con mejores centros de producción ubicados al interior del país.
Colombia tiene más de 40 ciudades o municipios de más de 100.000 habitantes que requieren salida de sus productos, movilidad de sus producciones para que verdaderamente pueda hablarse de integración nacional vía comercial. Ni qué decir del manoseado turismo, bandera del actual Gobierno Nacional; se olvida de tajo que sin vías y seguridad no hay turismo que crezca.
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