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“Los dueños de los clubes de fútbol más famosos de Europa, no solo son magnates de negocios nacionales, sino ricos globales, están llevando esa visión a otro nivel”
El Wall Street Journal pone los acentos empresariales en la noticia deportiva más importante de los últimos tiempos, y que no precisamente tiene que ver con un partido, un deportista, ni siquiera con un récord, se trata del futuro del negocio mismo. “Desde que comenzó la Premier League, sus dueños más poderosos han seguido de cerca la NFL. Los fundadores, hombres de negocios británicos hechos a pulso, lo habían visto cuando viajaban a Estados Unidos y todo les había seducido: el brillo y los lujosos contratos de televisión. Por eso, cuando fundaron la Premier League en 1992, tenían una idea clara de cómo ganar dinero con los deportes modernos”.
El pasado domingo, en medio de los rebrotes del covid, una docena de equipos -seis de Inglaterra, tres de España y tres de Italia- anunciaron que pondrán a andar una competencia de elite, destinada a la televisión mundial y con el claro propósito de generar riqueza entorno al mayor espectáculo del mundo, el fútbol. Para el WSJ, su “soccer” está dando un salto enorme y cada vez se parecerá más a cualquier “liga deportiva estadounidense: una vez que estás dentro, lo estás para siempre”.
El diario estadounidense resalta algunos principios de la idea: “no habría descenso de la Superliga ni necesidad de recalificarse cada primavera, como lo hacen actualmente para la Liga de Campeones. Los equipos se establecerían, las ganancias estarían garantizadas durante varios años y la extraña temporada de mala muerte no importaría. La Superliga podría tener sus propios aviones privados y ese club aún ganaría dinero”. En pocas palabras es pasar a otro nivel, una suerte de “up grade”, tal como lo ha advertido el primer presidente de esta disruptiva idea: Florentino Pérez, el reelegido presidente del club español Real Madrid, y uno de los gestores de la iniciativa que ha dicho, “estamos todos arruinados, hacemos la Superliga para salvar el fútbol”, luego de comunicar que se han perdido unos US$8.000 millones durante el último año castigado por el covid y las restricciones.
En un juego dialéctico, los problemas apenas comienzan. La unidad de los clubes fundadores de la Superliga se desmorona, luego de que Chelsea se retirara por la presión de sus aficionados. Este mismo camino tomaron los otros cinco equipos ingleses, que se retiraron por los mismos motivos. La salida de la mitad de clubes pone en duda el proyecto, una propuesta disruptiva que podría marcar el nuevo camino de los torneos de fútbol en todos los países.
Desde el anuncio de la creación del torneo, los mercados han recibido la noticia con sabores agridulces, a pesar de que la competencia será financiada por JPMorgan, banca que adelantó a los fundadores más de US$4.000 millones. Las acciones de Juventus y Manchester United, los únicos que cotizan en la bolsa de valores, han sido volátiles por la embestida de las federaciones nacionales y de la misma Fifa, todopoderosa institución que no ve con buenos ojos esta novedosa iniciativa, que tal como lo dice el WSJ, es la única manera de que el fútbol pueda ir mejorando la calidad de sus competencias.
Aunque la propuesta parece agonizar, es un toque a la puerta de otra manera de ver las cosas en el mundo del fútbol, tan resistente a los cambios y que debe arrastrar lastres que no dejan progresar el espectáculo, una idea que se podría sondear en Colombia, en donde unos pocos subsidian a varios clubes que no van para ninguna parte.
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