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Antes de la pandemia funcionaban casi seis millones de unidades económicas de hasta nueve personas consideradas por el Dane como “micronegocios”, se esfumaron medio millón
Los alcaldes de todas las ciudades capitales y de pueblos más pequeños del país, en su conjunto, deben emprender de inmediato un ambicioso plan para recuperar el tejido económico de sus localidades, destruido durante la pandemia. Son preocupantes las cifras que entrega el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) sobre la evaporación de micronegocios, unidades fundamentales para las economías familiares. El Dane plantea que entre enero y octubre del año pasado se perdieron 509.370 micronegocios, estas unidades productivas pasaron de ser 5,8 millones a 5,3 millones, registrando una caída de casi 9%. El informe también muestra que 64% de los micronegocios son de propiedad masculina, unos 3,4 millones, frente a 36% que pertenecen a mujeres, casi dos millones y que 90% pertenecen a trabajadores por cuenta propia. Del total de este tipo de emprendimientos, 26,9% tienen naturaleza comercial como la reparación de automotores; otro 21,9% se dedican a la agricultura y ganadería y 9,9% son industriales manufactureros. Son iniciativas familiares que emplean máximo a nueve personas. Es interesante observar el comportamiento por regiones: mientras en Bogotá se registraron 647.819 micronegocios, es decir, se destruyeron 33.483 respecto al año pasado; en Cali hubo 245.609, es decir, 17.615 menos. En Bucaramanga y Medellín el número de micronegocios creció. En la capital antioqueña se registraron 347.697 micronegocios, lo que representa un alza de 5,3% (17.613 más) respecto al año anterior. Los micronegocios ocuparon a 7,2 millones de personas, 13,1% menos con respecto al mismo periodo del año anterior cuando se presentaron 8,3 millones de ocupados.
Una buena parte del desempleo está explicado en la desaparición de estas unidades de negocio muy vinculadas a la informalidad.
Las políticas públicas de ayuda a la economía se dirigen a las grandes empresas que saben cómo agenciar este tipo de subsidios o de programas, como fue el exitoso apoyo a la nómina; incluso, el universo de las pequeñas y medianas empresas también saben cómo apoyarse en el Estado y financiarse con el sistema financiero o acudir a la Dian para pedir devoluciones, pero las personas que derivan su sustento de los micronegocios no tienen la menor idea de que hay un Estado, unas instituciones prestas a ayudarlos para que mantengan su actividad económica, no solo para garantizar su sustento sino para generar empleos. El Ministerio de Industria debe trabajar con las cajas de compensación y las cámaras de comercio para lograr más formalización de los llamados micronegocios, pues en muchas ciudades son los grandes dinamizadores y empleadores por su naturaleza informal. Para nadie es un secreto que la debacle económica derivada del coronavirus no fue más fuerte porque hay un cuestionado “tejido de informalidad” que supo actuar en la situación. El reto para el sistema financiero es llevarles bancarización y competir con estos nuevos clientes; para la Dian es ayudarles a entender que declarar no siempre es pagar impuestos y para el sistema de compensación es una obligación llegar con sus programas de bienestar social. La economía no volverá a ser igual después de la pandemia que deja grandes enseñanzas, lo importante es estar atento a lo que llegó para quedarse y lo sobre lo que se puede construir un mejor mañana.
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