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Hace 18 años muchas de las empresas de la nueva economía explotaron dejando una huella que no se borra, pero ante la crisis las cosas han cambiando
Han pasado 18 años desde que hubo una gran algarabía por el cambio sicológico que representaba pasar de 1999 a 2000 y lo que significaba cambiar de un siglo a otro. Pero al margen de estos hechos puramente históricos o culturales, la nueva economía apenas se sobreponía de lo que representó el estallido de la burbuja de internet. Era la primera vez que sucedía que empresas llamadas a ser pioneras de un nuevo camino económico se hacían trizas en las bolsas de valores del mundo; eran los años de Netscape, Yahoo, Starmedia, AOL, y otro tanto de compañías que no sobrevivieron o continuaron con malas cifras hasta su reinvención o calvario que no termina.
Las relaciones non sanctas entre Facebook, el paradigma de la nueva economía, con Cambridge Analytica han sembrado un manto de duda sobre la nueva economía, y más aún, sobre el quehacer de esas novísimas empresas disruptivas y admiradas como WhatsApp, Google, Twitter, LinkedIn, Instagram y hasta Netflix. El cierre del primer trimestre de 2018 no ha sido nada bueno para la economía digital y todas las corporaciones particularmente estadounidenses que han hecho del internet, o la red de redes, su campo de batalla y posicionamiento en nuevos mercados.
El segundo trimestre que arranca y que abarcará de abril a junio, cerrando la primera mitad del año, será crucial para muchas empresas, en medio de un contexto hostil marcado por la desconfianza que muchas de estas empresas generan por el manejo de los datos de las personas y sobre todo por asuntos como los derechos de autor de todos los contenidos que han acumulado durante las dos últimas décadas. El mejor ejemplo de esa ola de desconfianza es la caída en el valor de las acciones de Facebook que iniciaron su camino en la bolsa a US$25 y subieron hasta los US$190, pero ahora después del episodio de manejo de datos confidenciales el papel ha caído hasta los US$150.
Algo similar ha sucedido con Amazon, la reina del comercio electrónico, que si bien hoy tiene a sus títulos valiendo más de US$1.400, la semana pasada llegó a perder más de US$50.000 millones por los rumores de que Trump le impondría nuevas reglas. Twitter aún no despega en bolsa y su precio, hoy sobre los US$28, no ha recuperado los US$69 que llegó a ver en 2014.
Pese a esto, las tecnológicas son las líderes en las bolsas. Por ejemplo, Alphabet, la matriz de Google, rompió la barrera de los US$1.000 en el precio de su acción sobre el último trimestre del año pasado y Apple bordeaba en 2017 una capitalización de mercado de US$1 billón (casi cinco veces la economía de Colombia).
Además, las tecnológicas fueron las principales responsables de los récords bursátiles que se vieron desde la llegada de Donald Trump a la presidencia. El Nasdaq, que agrupa a las 100 empresas de tecnología más grandes, al finalizar el año pasado presentaba un crecimiento de casi 30%, más que el Dow Jones o el S&P 500, y superando el nivel de los 7.000 puntos.
Todas estas empresas no solo son muy fuertes, sino que son las pioneras de la cuarta revolución industrial. Ninguna de ellas es tan débil como sus ancestros, que estallaron en la burbuja de hace casi dos décadas, y por más que sean atacadas, sobrevivirán y llevarán a la sociedad a otra forma de economía.
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