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El puente más largo del año puso en evidencia que el país está entrando en un nuevo problema sin solución a la vista: atascos, trancones o tacos que desnudan la falta de normas claras
El Ministerio de Transporte y las demás autoridades viales locales y regionales están en deuda de solucionar el problema creciente de los trancones, tacos o atascos vehiculares. Muy pocos pueblos (ninguna ciudad) se escapa de que sus calles y carreteras se llenen literalmente de automotores sin que nadie haga nada por solucionar no solo la movilidad, la productividad en los desplazamientos y el mismo estrés y pérdida de calidad de vida que generan interminables filas de carros y motos tratando de ir hacia algún lado. La Semana Santa que acaba de terminar fue el campanazo de alerta sobre una situación que cada día será peor si las autoridades responsables no toman cartas en el asunto.
No se trata de imponer en todos los rincones del país el facilista remedio del pico y placa para quien compra un vehículo para disfrutar o explotar, la solución está en la génesis del problema: la falta de vías y el mal mantenimiento de las existentes. Las ciudades se quedaron con calles hechas cuando eran solo unos pueblos; en la misma capital de Colombia, Bogotá, siempre la solución es castigar a los tenedores de un automotor para tapar la incompetencia de los gobernantes de ejecutar verdaderas soluciones. Incluso, alcaldes de municipios vecinos no se ponen de acuerdo sobre obras de infraestructura por valorización que solucionen el problema de los trancones.
Debe quedar claro que un país como Colombia, con un ingreso per cápita creciente de unos US$6.500, tiene la capacidad para asumir la venta de unos 500.000 carros anuales y un millón de motocicletas, pero no hay vías para ponerlos a andar ni reglas de tránsito claras para ir sacando del mercado los carros viejos y las motos que no pagan peajes ni tienen los seguros al día. Y en medio de la falta de vías, mantenimiento, carros viejos y motos sin documentos al día está la autoridad de tránsito callejera, es decir la Policía de Tránsito, los guardas azules o viejos “chupas” que están limitados de herramientas de trabajo como motos, radares, drones, patrullas, grúas, remolques y celulares o dispositivos modernos en donde puedan acceder a la información del estado de los automotores.
Si en las calles de los pueblos y ciudades, las autoridades hacen sentir culpables a las conductores de motos y carros con chocantes horarios y pico y placa, en las carreteras la mejor muestra de subdesarrollo son los peajes que solo reciben efectivo y obligan a los conductores a perder minutos recibiendo el cambio o las vueltas, y de paso los condenan a largas filas que se han convertido en verdaderos mercados chinos de vendedores ambulantes que derivan su sustento de los trancones. Lo que está sucediendo es una situación que debe pellizcar al Ministerio de Transporte en reformas estructurales encaminadas a la calidad de vida de los personas y al desarrollo de un sector clave para la economía.
Las dobles calzadas son la solución idónea para todos los corredores viales neurálgicos y en especial para las entradas y salidas de las ciudades capitales, pero también la exigencia al pago de peaje a las motocicletas y la chatarrización de vehículos en mal estado, que ocasionan accidentes y torpedean a velocidad en algunas de las modernas 4G. Las comparaciones son odiosas, pero todos los países de la región cuentan con reglas de tránsito claras para la movilidad y una infraestructura acorde con el crecimiento del país.
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