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Entre enero y abril, Colombia registró la cifra más baja de nacimientos en una década, una situación que empieza a preocupar, no solo por pensiones, sino por defensa y educación
No puede pasar desapercibida la cifra revelada la semana pasada por el Dane, que da cuenta en su informe de nacimientos y defunciones del primer cuatrimestre del año que los nacimientos siguen cayendo en picada: el país tuvo la cifra más baja entre el 1 de enero y el 30 de abril de cada año, durante la última década.
En este primer cuatrimestre, hubo un total de 145.416 nacidos vivos, lo que significa una reducción de 14,6% en el volumen de nacimientos, respecto al mismo periodo de 2023, lo que corresponde a 24.789 nacimientos menos.
Se registraron, 1.418,3 nacimientos diarios, en el mismo periodo de 2024, la cifra bajó a 1.211,8, una reducción de 206,5 nacimientos al día este año. En el plano internacional, la tasa de natalidad pasó de 37 nacimientos por cada 1.000 habitantes a 17 en seis décadas.
Si se mira en detalle el efecto colateral en edades más grandes, se tiene que en Colombia los primíparos universitarios han caído 3% versus niveles prepandemia; las matrículas en los colegios han mermado 4,9% en los últimos ocho años y los ingresos por bloques al servicio militar se han reducido cerca de 15% cada año.
Poco a poco se empieza a ver que la cuarta economía de América Latina muestra preocupantes números de envejecimientos con todas las consecuencias sociales, políticas y económicas que ello representa. Por ejemplo, es preocupante la poca oferta de primíparos y reclutas en las universidades y batallones, respectivamente.
Otro daño colateral es el que tiene que ver con la diáspora de jóvenes profesionales y bachilleres que hacen sus maletas para hacer vida en otros países como EE.UU. o España, lo que configura un auténtico S.O.S. del que ninguna entidad pública ha hablado.
Si el país conjuga pocos nacimientos y diáspora de jóvenes en edad de trabajar, la primera amenaza es la educación, la segunda la defensa y la tercera las pensiones; todas ellas con el gran problema de la escasez de mano de obra, lo que elevaría los costos de producir en Colombia. Sin duda una de las grandes preocupaciones sociales que deben empezarse a tratar por los políticos y estudiar por los centros de pensamiento y las universidades.
Visto como una externalidad, dice la Ocde que “la mayoría de los países han experimentado a lo largo de los años una marcada disminución de las tasas de fecundidad. La tasa global de fecundidad se ha reducido en más de la mitad en promedio en toda la Ocde, de 3,3 hijos por mujer en 1960 a 1,5 en 2022.
Esta disminución cambiará la faz de las sociedades, las comunidades y las familias y podría tener grandes efectos en el crecimiento económico y la prosperidad. Por lo tanto, las políticas deberían comprender qué impulsa estos cambios, por qué los adultos tienen menos hijos o ninguno, y qué se puede hacer para ayudar a los adultos a tener la cantidad de hijos que les gustaría tener, en el momento que elijan”.
Muchas razones explican la caída en la natalidad en varios países como Colombia, la incertidumbre económica; la dificultad para comprar una casa; la decisión de trabajar o estudiar por más tiempo; pero sobre todo, porque construir una familia o tener un hijo ha dejado de ser un objetivo de vida en las generaciones más jóvenes.
Trabajar, viajar, migrar, estudiar, son metas que estarán siempre primero que tener hijos, factor que no ha sido analizado como un problema social hacia el futuro. El campo especialmente sí está experimentado una crisis de jóvenes y ausencia de mano de obra.
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