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Para un Gobierno de izquierda siempre negociar con el “tío sam” será inapropiado, pero el TLC es un tratado que ha sido, es y será mejor para los exportadores e importadores colombianos
Dice la Real Academia de la Lengua y el Diccionario Oxford que “un chivo expiatorio es la denominación que se le da a una persona o grupo de personas a quienes se quiere hacer culpables de algo con independencia de su inocencia, sirviendo así de excusa a los fines del inculpador (...) Chivo elegido por los judíos en su fiesta de las expiaciones para descargar sobre él las culpas de todo el pueblo (...) Persona a la que, por cualquier motivo o pretexto, se le echa la culpa de algo, especialmente de lo que han hecho otros”. Y un inapropiado sinónimo es cuando se dice “cabeza de turco”.
En pocas palabras, y en esta crispada coyuntura nacional, el Gobierno Nacional está usando el TLC con Estados Unidos como un auténtico chivo expiatorio o una cabeza de turco. El presidente, Gustavo Petro, ha dicho que quiere renegociar el tratado de libre comercio para ponerle aranceles al maíz que importa Colombia de los estados del medio oeste americano para proteger a los cultivadores locales, pero eso no es tan fácil; los cerealeros colombianos no son competitivos ni productivos sembrando el grano, así el maíz sea de origen andino, el mercado local no es autosuficiente, no solo consume lo producido a altos precios y mala calidad, sino que debe comprar en otros mercados más baratos, como Estados Unidos, Canadá, Ucrania, Argentina, entre otros; esa realidad beneficia a los empresarios locales de la cadena de alimentos, criadores de distintos ganados y demás de fabricantes de derivados del cereal.
En Colombia se producen al año pasado cerca de 73,2 millones de toneladas de alimentos y se importaron 13,8 millones, lo que representa un total de US$8.830 millones en 2021. De estas importaciones, los productos que más llegan del exterior son maíz, trigo y tortas de soya con compras externas de 6,1 millones, 1,9 millones y 1,5 millones de toneladas respectivamente, que representa 70% de las importaciones totales de alimentos. Estas compras se explican por la necesidad en la producción, pues el país aún no puede cubrir su demanda a nivel nacional.
Además, son insumos indispensables para la producción de los alimentos para animales, como vacas, caballos, gallinas, cerdos y peces. Es una realidad que el consumidor no domina en sus intimidades, pero que se traduce en bajos precios.
En pocas palabras, el país no cuenta con las condiciones para cultivar los productos con mayor participación en las importaciones y poder sustituirlos al 100%. Y lo peor es que usar como chivo expiatorio al TLC puede ser ruinoso para todo el país (consumidores en particular), pues las pocas exportaciones que hace Colombia a Estados Unidos, el motor de la economía mundial, quedarían muy expuestas, pues los exportadores que nos compiten: peruanos, mexicanos y chilenos, remplazarían lo que venden los colombianos en un mercado natural del continente.
Es muy loco e irracional darle la espalda a Estados Unidos, que es nuestro mercado natural, porque los más perjudicados con los consumidores; es puro y duro populismo echarle la culpa a Estados Unidos de la poca estructuración del sector agropecuario colombiano y cerrarnos la puerta de competir con beneficios para los consumidores. No se puede engañar a las personas con una ficción como es renegociar el TLC, pues solo somos una parte (beneficiada) de esta realidad.
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