Todo ese cuento de las cumbres huele a petróleo

En apariencia, el gobierno colombiano de Gustavo Petro es el amigable componedor o celestino entre chavistas y opositores venezolanos para lograr que se sienten a hablar y se garanticen unas elecciones trasparentes con olor a democracia, pero en el fondo lo que se discute es el regreso del petróleo venezolano al mercado mundial en medio de la guerra en Ucrania y la decisión de la Opep+ de sacar de la oferta más de un millón de barriles diarios.

En conclusión, la política interna venezolana sólo le importa a sus nacionales y a los colombianos que comparten una frontera porosa que los une a lo largo de 2.200 kilómetros; en el mundo económico sólo es relevante si el país poseedor de las mayores reservas de gas y petróleo juega de nuevo y desordena en el mediano plazo los precios de los combustibles.

En Bogotá comenzó una cumbre sobre Venezuela con el fin de buscarle una solución diplomática y dialogada a la crisis política y económica que enfrenta ese país; un evento en el que se abogará para que se levanten las restricciones y sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y que pesan sobre el país desde 2014 cuando el gobierno del presidente Nicolás Maduro reprimió varias protestas y no permitió la vigilancia de las elecciones.

En el encuentro participaron países como Alemania, Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Honduras, Italia, México, Noruega, Portugal, Reino Unido, San Vicente y las granadinas, Sudáfrica y Turquía, además del alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, todo un ramillete de intereses de simple vecindario y de compleja explotación de recursos naturales.

La última publicación de inventarios de petróleo por parte de la Agencia de Información Energética hizo que el crudo cotizara a baja, por lo que la Opep+ intenta sostener el precio mínimo de US$80 del barril de brent a través de recortes voluntarios de producción.

Todo ese cuento binacional, de las reuniones en México y de las exploratorias en Colombia, no tiene un trasfondo más exacto que el marco petrolero y el papel de Venezuela que lucha a través de Petro para que le retiren las sanciones internacionales.

Hay toda una campaña para presionar a Estados Unidos para que levante las sanciones contra miembros del régimen chavista y algunas de las instituciones como Pdvsa. El gobierno de Biden ha liberalizado progresivamente las sanciones sustentado en los avances en las cumbres en México sobre el caso venezolano.

Los resultados no se han hecho esperar y ya multinacionales como Chevron y gobiernos como el de Trinidad y Tobago (gran refinador en la región), ya tienen negocios con los chavistas, posibilidades que hasta solo un año eran imposibles.

Todos esos avances diplomáticos han logrado que unos 700.000 barriles diarios nuevos de petróleo hayan entrado al mercado y que la producción pueda duplicarse en pocos meses, al menos hasta que la guerra en Europa termine. Bien se dice en casos como éste, o se trae a colación la frase célebre de Friedman: “no hay almuerzo gratis”, en consonancia de que no hay cumbre multilateral gratis, pues el verdadero trasfondo tiene que ver con el mercado del petróleo, un combustible amenazado, pero irremplazable para morigerar las necesidades básicas de países subdesarrollados.