Tal como van las cosas, el año va a cerrar en mejores condiciones económicas que las esperadas: la tasa de desempleo puede caer a un histórico 8,8%, unos 2,2 millones de desempleados al finalizar 2024; la inflación anunciada en 5,5% por el mismo Gobierno Nacional, va a estar en 5%; el PIB rondará 2% y la devaluación del peso será muy pausada, con un dólar en torno a los $4.300.
A estos datos muy fundamentales para la economía se suma que la libra de café en los mercados internacionales está en US$3, lo que beneficia a más de 500.000 familias que derivan su sustento del cultivo, lo que indica que las cosas van bien. A lo único que no se le saca provecho -por terquedad de la administración central- es a los aún muy buenos precios del barril de petróleo, que rondan los US$70; un precio alto que está amenazado por una eventual intervención de Donald Trump en la guerra entre Rusia y Ucrania, que puede pararla con una tregua relámpago y hacer caer el costo del barril a los temidos US$35, que es el monto con que Ecopetrol lo produce, lo que sería una catástrofe bien entrado el nuevo año.
Un bajo costo del petróleo sería el peor escenario para las finanzas del Gobierno, que si bien saca la cara con los fundamentales, “con la estimación de que en 2024 la inflación termine en 5,1%, la Junta Directiva del Banco de la República estimó la inflación meta para 2025 en 3% con un rango de entre 2% y 4%, que es la expectativa para cumplir con los objetivos de la política macroeconómica”, a los ojos del ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, pero con el fantasma del déficit fiscal.
El banco de inversión estadounidense, JP Morgan, en su más reciente informe sobre las perspectivas macroeconómicas para Colombia, volvió a alertar sobre el riesgo fiscal en el mediano y largo plazo. Dice que el Gobierno “subestimó” el recaudo de impuestos en 2024, algo que podría extenderse en el mediano plazo.
“Esta tendencia podría continuar el próximo año, teniendo en cuenta que los márgenes delimitados de la consolidación fiscal dependen de la aprobación del Presupuesto de 2025, que saldrá por decreto (...) Mantenemos nuestras reservas sobre la habilidad del Tesoro Nacional de lograr sus objetivos, lo cual seguramente deba incurrir en recortes de gastos para evadir incumplir la regla fiscal”, señaló el informe, que también sienta preocupación por el proyecto de acto legislativo para reformar el Sistema General de Participaciones.
“Aunque el impacto se dará en un periodo largo de 12 años, es probable que el proyecto de ley haga aumentar el gasto fiscal global a medio plazo, lo que supondría una amenaza para la disciplina fiscal (...) Fueron precisamente las tensiones fiscales y la falta de margen fiscal las que frenaron planes similares en los años 90 (...) Igualmente, mantenemos reservas sobre el efecto a largo plazo en la sostenibilidad fiscal”.
El Gobierno no solo debe rehacer sus cuentas, revisar sus gastos y olvidarse de una nueva tributaria para el año que viene, sino concentrarse en ser muy eficiente con los pequeños logros que le brinda la macroeconomía; es el momento de ejecutar presupuestos, administrar mejor los recursos escasos, y ante todo, optimizar los gastos o ponerlos quirúrgicamente en función de crecimiento. Solo si hay un PIB por encima de 3% en 2025, el país habrá pasado las vacas flacas heredadas de la pandemia.