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Corren días clave para la configuración del nuevo gobierno, pero más allá de nombres y funciones debe abrirse un empalme económico que pacte mantener el crecimiento
El equipo económico de la nueva administración nacional es fundamental, no solo para saber cuál será la línea de acción ejecutiva, sino para poderles exigir más compromiso con el crecimiento del Producto Interno Bruto que viene bien, mostró un repunte de 8% durante el arranque del año y proyecta 6% para el cierre de este. El presidente electo, Gustavo Petro, debe coordinar con mensaje de urgencia su equipo de empalme económico de donde salgan los nombres de los nuevos ministros de Hacienda, Agricultura, Energía, Industria y los directores de Planeación e Impuestos. Gobernar es una labor que no se materializa con palabras y se mide por la ejecución real de las políticas públicas y obras sociales, y esas acciones no se hacen solas, las realizan las personas responsables de cada cartera. Solo para traer a colación una anécdota política ocurrida en julio de 2002, cuando asumió el primer gobierno Álvaro Uribe, quien solo era conocido en el país como un impetuoso gobernador de Antioquia. En ese entonces le pidió al líder gremial, Jorge Humberto Botero, que reuniera a los exministros de Hacienda y que entre ellos escogieran al jefe de esa cartera para su cuatrienio; todos se inclinaron por el nombre del desaparecido Roberto Junguito, quien en los dos años siguientes le entregó el Ministerio a Alberto Carrasquilla. Y el resto de los nombres de ministros los decidió con base en probidad de las personas, representación regional y credibilidad profesional a toda prueba. De allí salieron los mismos Junguito y Botero, pero también Juan Luis Londoño, Carlos Holguín y Martha Lucía Ramírez, quien fue la primera mujer al frente del Ministerio de Defensa.
Muchos de los ministros de ese primer buen gobierno de Uribe -ya hace 20 años-, que estabilizó a un país calificado como un Estado fallido, se logró gracias al consenso político, una ruta clara, discurso coherente y mucha presencia en las regiones, con los polémicos pero efectivos consejos comunales, que llevaron al Gobierno físico a las regiones más olvidadas. Así el gobierno electo esté en la otra orilla ideológica, debe rescatarse como ejemplo de manejo a la hora de formar administración central y de ser eficiente. Los retos económicos son enormes en infraestructura, agricultura y finanzas públicas.
Si el Presidente electo está comprometido con bajar la pobreza, mejorar la equidad, aumentar los ingresos, derrotar la inflación, bajar el coeficiente Gini y mejorar todos los indicadores sociales, lo primero que debe hacer es producir más bienes y servicios, porque redistribuir pobreza no es lo más adecuado. Ningún economista puede negar que para lograr mejoras sociales debe hacer que el PIB aumente, de tal manera que se reduzca el desempleo, se paguen más impuestos y se le abran las puertas al crédito de las multilaterales. Es una ecuación muy básica que ha funcionado en los países que han dado un salto en el crecimiento per cápita y en el mejoramiento de la calidad de vida. La administración saliente ha hecho hasta donde le ha sido posible para aumentar el PIB, generando las condiciones de inversión y la solución de algunos de los problemas crónicos, al Gobierno entrante le corresponde tomar esos niveles de crecimiento y catapultarlos, y luego, a través de políticas públicas adecuadas, mejorar la distribución o irrigar en programas sociales para continuar la reducción de las brechas.
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