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Una de las instituciones más debilitadas y con baja credibilidad es el Congreso; ahora que hay nueva bancada, retaliaciones, venganzas y bromas, no debe ser el talante del legislativo
Con gran bochorno se instaló el Congreso de la República para el periodo 2022-2026, lo que refleja y atisba el tono que imperará en las discusiones de las leyes que necesita el país para seguir avanzando. El nuevo Senado y la Cámara de Representantes tienen seis de cada 10 de sus miembros renovados y con ideología de izquierda y quienes antes eran oposición y representaban minorías, ahora hacen o conforman el gobierno; es la primera vez que esto sucede en la historia de Colombia, lo que representa un gran cambio político en el poder legislativo, que dicho sea de paso, no puede suicidarse y entregarse a la anarquía en las discusiones de las leyes fundamentales para modernizar viejas estructuras normativas. Poco se habla de un Congreso admirable en estos tiempos, pero sí se necesita que los otrora llamados “padres de la Patria”, no sean inferiores a los roles y las funciones que les asiste en este momento de Colombia.
La democracia nacional, la segunda más antigua del continente, ha permitido que sin mayor violencia haya un Ejecutivo para los próximos cuatro años, ocupado por un exguerrillero levantado en armas contra el Estado, que le ha dado la oportunidad de ser Presidente de la República y que un puñado de comandantes guerrilleros ocupen unas curules fruto de los diálogos de paz; hay campesinos, tiktokers, youtubers, líderes sindicales, indígenas, negritudes, políticos Lgbtiq+ y una mayoría de senadores y representantes liberales que encarnan ideas cercanas al progresismo, socialismo y todas esas posturas que no habían conseguido mayorías hasta este momento de la historia. ¿Por qué hacer trizas este momento valioso para la historia política colombiana con posturas anárquicas, destructivas y poco constructivas? Hacer oposición es mucho más fácil que hacer gobiernos, criticar y destruir siempre será más expedito que aportar, edificar y dejar un legado para que las nuevas generaciones vivan mejor que sus padres y abuelos.
Los líderes de dos de los tres poderes del Estado, el ejecutivo y legislativo, no pueden ser inferiores al reto de gobernar, construir y dar ejemplo educando, que no es fácil, es una labor política que debe pensar en el bien común, no en los intereses particulares. El Senado y la Cámara no son las instituciones más populares de la democracia y gozan de una opinión muy desfavorable; en el pasado y presente siempre han estado inmersas en escándalos, en cada legislatura son dos o tres los casos de congresistas que son despojados de su curul por actos de corrupción, pero lo que no se ha destapado con grandes repercusiones judiciales es el tráfico de influencias en contratos, licitaciones y burocracia, que es la letra de cambio con el Presidente de turno. El Congreso que empieza a trabajar debe ser un ejemplo de ruptura, no de involución de lo que ha sido. No se trata de criticar la nueva cosmética o florituras del Congreso instalado este pasado 20 de julio, se busca que la formación, la educación y el desarrollo del país sea el talante.
Las otrora minorías, hoy mayorías en el Congreso, no pueden ser inferiores al reto encomendado por elección popular, Colombia les ha entregado un puesto o ejercicio por los próximos cuatro años para que trabajen por el país, por sus electores, por los más necesitados, pero si se entregan a una oposición sin fin, se suicidarán en la carrera política que han emprendido.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados