Gustavo Petro es un gran ejemplo mundial de que con las armas y la violencia no se consiguen las reformas sociales que ideológicamente un líder de izquierda quiere ejecutar para su sociedad. Siempre ha sido un gran político que con éxito dejó a un lado los fusiles y los actos terroristas para jugar dentro del juego político de un país siempre anárquico; las mismas Farc, ELN y demás grupos alzados en armas nunca comulgaron con el hoy Presidente por su aroma democrático y respetuoso de las instituciones. Fue representante, senador, alcalde de la Capital de Colombia, muchas veces candidato a la Presidencia y hoy gobernante hasta 2026. Pero tras nueve meses en la Casa de Nariño ha andado un camino muchas veces incierto para el resto del país en que desconoce la sensibilización, la negociación y la esencia de la política de sus reformas, pero ante todo, desconoce que es el Presidente de todos los colombianos, de quienes lo acompañaron en las urnas y de quienes votaron por su contender. En los distintos escenarios económicos deja la sensación de que siempre quiere pelea, que su anhelo es que algún empresario o líder gremial se le suba al ring para aplastarlo como poder Ejecutivo. El rifirrafe con el Fiscal General de la Nación es solo un ejemplo de esa percepción. Desde el punto de vista del Presidente, él es el jefe de todos los colombianos, indistintamente si es la sociedad civil, los magistrados, los senadores, alcaldes o representantes, los empresarios, los estudiantes, todos, absolutamente todos: es el jefe de Gobierno. Puede tener razón en algunas cosas, pero esa no es la actitud para construir un país mejor que solucione sus problemas crónicos, Colombia es un país anarquizado, violento, corrupto, signado por el narcotráfico, sin presencia estatal en cientos de municipios, eso todo el mundo lo sabe y el Presidente debe ser el gran líder de la conciliación nacional, debe ser el árbitro rector, no el problemático que quiere dividir para mantener la indignación ante los problemas. Alinear indígenas que con palos intimidan la discusión del Plan Nacional de Desarrollo no es el camino para pacificar el país, esa no es la paz social que tanto promociona. El Presidente está jugando con candela al pretender mostrar el garrote social si no se aprueban las reformas que propone, que dicho sea de paso son necesarias, pero no a la fuerza, sin conciliación ni escuchar a todos los sectores y menos aún intimidando a las instituciones con las cuales debe trabajar en equipo por un país mejor. No se equivoca el Presidente con querer la paz total, pues la guerra interna que libra el país, el deteriorado orden público, la desbocada ola de atracos, extorsiones y secuestros, requieren soluciones inmediatas y definitivas, pero el resto de la sociedad ve a un Gobierno Nacional que no actúa en contra de los violentos, que son menos y están por fuera de la ley, la sensación es que todo está invertido y que delinquir vale la pena porque goza de la protección gubernamental. Es necesario cambiar de actitud en el Gobierno Nacional, empezando por el primer mandatario, que no solo es un gran líder para sus seguidores de ideas de izquierda, sino que debe ser un gran Presidente para todos, que en el resto de mandato que le queda trabaje para disminuir la pobreza, garantizar la seguridad de todos y disminuir todas las precariedades.