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El segundo semestre se debe encarar con un buen plan de crecimiento económico que le permita al fisco recaudar más, pero cuando la producción haya recuperado la senda
Todo empieza desde nada, reza el adagio popular, lo que también puede plantearse como para moverse o crecer hay que producir. Y es que el progreso en la sociedad, entendido como el crecimiento de la producción de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades humanas, es la única fórmula probada de progreso.
Un país, sociedad o cultura que no estén enfocados en producir para progresar están condenados al subdesarrollo, y para ello hay que hacer pactos sociales para avanzar; satisfacer las necesidades básicas primarias, sacar a más colombianos de la pobreza; tres millones de familias aún cocinan con leña y casi un millón de colombianos no tienen un documento de identidad en plena cuarta revolución industrial.
Claro está que el producir tiene consecuencias ambientales y cada vez más se ciernen amenazas derivadas de las nuevas tecnologías por la escasez de recursos naturales, pero esto último no puede ser óbice para dejar de extraer recursos o eliminar las industrias extractivas. El miedo a la irresponsabilidad de acabar con el planeta no debe ser un obstáculo para sacar a más personas de su estado de pobreza.
Es un error histórico ideologizar las industrias extractivas que son las mayores generadoras de impuestos, que a su vez se traducen en inversiones sociales. Si de verdad el Gobierno Nacional quiere reducir los casi 17 millones de colombianos en estado de pobreza debe redoblar la producción de petróleo, exportar mucho más carbón, modernizar la minería de cobre y oro, de tal manera, que de forma sostenible, se puedan tener mayores rentas y regalías que se destinen a la construcción de vías, distritos de riego, nuevas hidroeléctricas, clínicas, hospitales y muchas redes de comunicación, toda una red de infraestructura que se convierta en verdaderas oportunidades de producción para las nuevas generaciones.
La inactividad y falta de ejecución del Gobierno Nacional, durante los dos primeros años de su administración deben revertirse para los últimos 24 meses, de tal manera que haya esperanza en que la primera administración de izquierda logre dejar hechos reales que beneficien a los más necesitados.
Dicha inactividad ha precipitado el lanzamiento o sonajero de unos 30 ó 40 aspirantes a la Casa de Nariño, por lo que es menester pedir máxima preparación en sus fórmulas propuestas para hacer saltar al país en términos de crecimiento económico, pues sin un PIB más grande no habrá gran tributación, al tiempo que las necesidades nunca pararán de crecer. Las coaliciones que se planteen deben ser por el crecimiento económico, la calidad de vida, la disminución de las precariedades, todo eso, antes que nada, por la libertad en todos los mercados, la libre empresa y la sostenibilidad; solo si hay una verdadera economía de mercado dominada por la oferta y la demanda, el país podrá corregir su senda de crecimiento.
El Presidente con sus asesores más cercanos deben ya haber asimilado que solo con crecimiento económico se pagan más impuestos y que esa es la única fórmula de tener dinero en la caja y hacer mayores presupuestos. Aún hay tiempo para hacer cosas positivas, no la destrucción de lo construido por el simple hecho del cambio por el cambio sin mayores responsabilidades históricas. Arranca un segundo semestre de pura planeación y ejecución en el ineludible tercer año de Gobierno.
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