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“El verdadero legado de la crisis no puede evaluarse debidamente después de 10 años porque aún no ha llegado a su término”, Lagarde
El próximo sábado 15 de septiembre se cumplen 10 años de la quiebra del gigante financiero Lehman Brothers ocurrida en 2008, suceso que impactó los mercados y llevó a la economía a una crisis de alcances globales de los que todavía se palpan en el ambiente. Todo comenzó esa mañana ya remota, cuando el entonces cuarto banco de inversión de Estados Unidos, con más de 26.000 empleados, citó a una rueda de prensa para declararse oficialmente en bancarrota, luego de 158 años continuos de mantenerse al frente de los grandes bancos del mundo. El anuncio no era menor, pues todos los agentes del mercado sabían que la cuenta de cobro de dicho anuncio sin más preámbulos, le iba a costar a la economía de EE.UU. unos US$25 billones y que para estabilizar el sistema el Gobierno de turno debía meter más de US$13 billones, factura que llevaría a la recesión a medio mundo; el impacto de la noticia fue de tales dimensiones que hoy, una década después, varias economías no se han repuesto de tal noticia -es más- pocas entidades financieras lograron reponerse y muchos bancos hoy hacen su ejercicio signados por la incertidumbre. Las pérdidas de Lehman en Wall Street eran casi totales como consecuencia de trabajar o tratar de apoderarse del grueso de las hipotecas basura o sin respaldos probados. El efecto dominó no se hizo esperar y la sede principal del banco, en el número 745 de la Séptima Avenida en Nueva York, se convirtió en el lugar citado o referenciado como el responsable de una de las mayores crisis que ha experimentado la economía global en toda la historia, incluso superior al célebre crack de 1929, cuando se sumió a la economía en una profunda tragedia que mucho tendría que ver con la Segunda Guerra Mundial. La quiebra de Fannie Mae y Freddie Mac (dos bancos públicos menores) fueron el preludio de lo que iba a suceder, entidades mal agenciadas que se habían hecho célebres por capturar las hipotecas subprime y sus negocios en la Bolsa con la firma Bear Stearns. Las autoridades financieras de Estados Unidos no tuvieron más remedio que cortar por lo sano y eliminar de tajo hipotecas basura, activos tóxicos y seguros financieros ocultos, todo un arsenal de portafolios mañosos que habían ido creciendo una burbuja que llegó a afectar bancos, incluso al otro lado del Atlántico, como Société Générale y BNP Paribas, en Francia; y Deutsche Bank, en Alemania. El conjunto de sucesos llevó a una crisis colateral en la deuda europea y del euro que arrolló a las economías de países como España, Italia, Irlanda, Portugal y Grecia. A los ojos del Fondo Monetario Internacional (FMI), una década aún es poco tiempo para saber los impactos de ese suceso que poco a poco se ha ido olvidando. La directora de la banca multilateral, Christine Lagarde, cree que el verdadero legado de la crisis no puede evaluarse aún porque no ha llegado a su término. Según el FMI, en unos 25 países se sintieron efectos en su actividad económica de la quiebra del sistema y en algunos aún no han retomado la tendencia antes de la situación-problema. En Colombia, la situación se supo sortear con mucho éxito y el país no sintió las consecuencias del peor crack económico de la historia reciente, los problemas reales para la economía fueron, sin lugar a dudas, las caídas de los precios del petróleo de los años posteriores a 2008.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados
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