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Terminado el primer trimestre, la variación de los precios se convierte en el dolor de cabeza de la economía y amenaza con extenderse lo que resta del año dañando las metas del Emisor
Todas las estimaciones de los expertos sobran, la realidad es que la inflación ha resucitado, el costo de vida o la variación de precios se ha disparado, y se ha configurado el gran problema que experimenta la economía colombiana al finalizar el primer trimestre del año, ocasionado por la destorcida de la actividad económica pospandemia, las interrupciones globales en las cadenas de suministro y el alza de los precios de los productos básicos, factores que se experimentan desde finales del año pasado.
La autoridad en contra de la inflación y que tiene por mandato constitucional proteger el poder adquisitivo de los colombianos, el Banco de la República, no ha revisado sus metas y se aferra a un piso de 2% y un techo de 4%, algo imposible de lograr, pues a la fecha se supera 8%, el doble de su estimación más alta. Dice el Banco Mundial que en más de la mitad de las economías que cuentan con un marco de metas inflacionarias, la inflación supera los objetivos establecidos”, un indicador que puede calmar las presiones locales.
Hay otras variables que prevén un mejor comportamiento de la inflación al alcanzar el primer semestre del año y son las que tiene que ver con la oferta de alimentos, pues su peso en la canasta familiar es el que más ha aumentado no solo por el precio de los importados, sino por los costos de las materias primas para su producción. La oferta de productos del agro ha aumentado, pero el precio ha ido por el mismo camino, los márgenes para los empresarios rurales se están disminuyendo por el elevado valor destinado a la mano de obra y los fertilizantes.
La situación en Colombia es muy distinta a lo que ocurre en los países que le compiten en producción agropecuaria para la exportación. El mercado interno de abonos químicos, fertilizantes, fungicidas, herramientas, maquinaria, entre otras variables fundamentales para producir más y mejor, siguen siendo importadas casi en 90%, haciendo que se dependa de la tasa de cambio y el mercado externo en un mundo con mucho apetito en la compra de alimentos por la demanda atrasada derivada de la reactivación de los mercados.
Más que un problema de una variable económica fundamental, el costo de vida es un asunto de economía de bolsillo para los colombianos. Para el Banco Mundial: “el incremento de los precios puede mermar el valor de los salarios y los ahorros reales, aumentando la pobreza de los hogares. Pero los impactos no afectarán a todos del mismo modo: los hogares de bajos y medianos ingresos tienden a ser más vulnerables a una inflación elevada que los hogares más ricos. Eso refleja la composición de sus ingresos, activos y canastas de consumo.
Sin embargo, la inflación puede afectar menos a los hogares más pobres que viven por debajo de la línea de pobreza mundial. Ello se debe a que los hogares más pobres tienen ingresos salariales o activos mínimos y suelen depender de ingresos no monetarios, como la agricultura de subsistencia o el trueque, que pueden ser menos vulnerables a la inflación”.
Debe haber una estrategia de choque para enfrentar los precios altos, plan maestro que debe involucrar a los candidatos a la Presidencia y sus programas al finalizar el año; el gran problema pudiera ser que los aspirantes a llegar a la Casa de Nariño quieran sacarle provecho a la situación.
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