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‘Usted no sabe quién soy yo’, es una frase hermana de ‘Usted no sabe con quién se mete’, ambas fruto de una sociedad desigual
El Coeficiente Gini es el indicador más usado a la hora de medir la desigualdad social o la equidad en los ingresos de una sociedad. Existen otros indicadores, pero el más popular es el desarrollado por el estadístico italiano, Conrado Gini, que logra calcular no solo ingresos, sino la satisfacción de necesidades básica en un país. A Colombia le va muy mal en estas mediciones, pues ocupa el puesto 145 entre 160 países, tenemos un Gini de 0,53 donde 1,0 es la desigualdad total y 0,0 su antípoda, la plena igualdad. Para mayor dolor solo superamos a ejemplos de la pobreza extrema como Haití, Surinam, Honduras, Guatemala, Bolivia y Brasil en la región. Hay que decir que durante los últimos años hemos mejorado, pero seguimos siendo muy desiguales.
Esa desigualdad mezclada con diferencias sociales delictivas como el narcotráfico, las guerrillas y la delincuencia común, hace que los ingresos busquen fuentes de equilibrio por la vía rápida y el dinero fácil y que las brechas entre ricos y pobres se difuminen en algunas situaciones, dejando una estela de comportamientos culturales que buscan ahondar las diferencias para procurar espacios de reconocimiento, privilegio e influencia. Es aquí donde surgen reclamos airados como ‘usted no sabe con quién se está metiendo’ o ‘usted no sabe quién soy yo’, tristes argumentos esgrimidos por familiares de políticos o de empresarios con influencia en las autoridades, pero muy típicos de la cultura narco que deja tras bambalinas una clara amenaza.
Pero lo que más refuerza el síndrome ‘usted no sabe quién soy yo’ es el afán de protagonismo como antítesis del bajo perfil de los mayores, producto del afán de reconocimiento que les imponen a los jóvenes las redes sociales que promocionan el ser popular a cualquier precio. Todos quieren una foto en Facebook en la Torre Eiffel, un avatar en su Whatsapp muy sensual, o que un personaje popular les retuitee un tuit en su Twitter. Vivimos en época de cambio, no un cambio de época, donde la popularidad y la influencia son monedas muy valiosas para destacarse socialmente. Otra forma de verlo es lo que tradicionalmente sucede en las ciudades pequeñas aburguesadas y en los pueblos históricos cuando se pregunta ‘usted es de los Jaramillo de dónde’.
Posar de ser empleado de una empresa; ser hijo o pariente de tal o cual; amigo de alguien influyente o simplemente tener mucho dinero para comprar voluntades, son enfermedades sociales de un país desigual donde la diferenciación por ingresos todavía es una moneda de cambio para acceder a ciertos privilegios. Pero todo ese síndrome se ve a diario en las calles colombianas cuando los escoltas parquean donde quieren, envisten, acosan, sin que ninguna autoridad los ponga en su sitio.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados