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Bajo el paraguas de la teoría de Taleb, ni la pandemia ni la invasión de Rusia sobre Ucrania están en la categoría de cisnes negros, en cambio la trama de los globos sí es extraña
Más allá de la avalancha de reformas políticas, económicas y sociales que ha emprendido el presidente, Gustavo Petro, con las que quiere mejorar sectores estructurales como salud, pensiones y el régimen laboral, mientras propone una suerte de paz total con peligrosos delincuentes, el mundo se asoma sorprendido a una trama que parece sacada de Expediente X, en la que los agentes del FBI, Mulder y Scully investigaban casos inexplicables más allá de lo normal.
Se trata del extraño caso de los cuatro globos que la fuerza aérea estadounidense ha derribado, uno del tamaño de dos buses de Transmilenio, justificado por el gobierno chino de uso para oficios meteorológicos, y otros tres similares a carros de gama media de los que nadie da razón.
Más preocupante aún que el funcionario estadounidense que atendió a la prensa afirmó que no descarta nada, ni siquiera que literalmente sean objetos voladores no identificados. Nunca más ajustado el comentario, “vivimos un mundo extraño”, en el que no sabemos si en la primavera entrante, la guerra en Europa arreciará con una nueva arremetida rusa sobre Ucrania, a un año de la agresión; si la inflación global derivada de la pandemia llegó para quedarse; si las tensiones entre Estados Unidos y China oficialicen otra Guerra Fría, y que, como colofón a la guerra por el liderazgo en la inteligencia artificial aparezcan nuevas alternativas a la del ChatGPT y Bard, de Microsoft y Google, respectivamente.
Para darle un marco teórico al asunto de hacer una suerte de prospectiva, con una óptica de análisis económico moderno, puede usarse la lente de los cisnes negros de Nassim Taleb, que define algunos hechos como sucesos de gran repercusión e impacto, que calcularlos o pronosticarlos, antes de ser percibido es nulo, y que sus consecuencias son disruptivas en todos los campos.
La pandemia de covid-19 no fue un cisne negro porque, si bien fue un evento inusual de impacto significativo en todo el mundo, no fue completamente inesperado. Desde los años 90, se había advertido de la probabilidad de una pandemia global de enfermedades infecciosas; lo nuevo fue la interconexión de sucesos que obliga al mundo a estar mejor preparado. La guerra en Ucrania tampoco es un cisne negro, pues era evidente el desenlace de la tensión y los conflictos políticos y militares en la región desde hace tiempo.
La “lente de cisne negro”, (evento altamente impredecible y con consecuencias significativas), describe eventos cargados de impactos en los mercados financieros. Este 2023 comenzó hace 45 días con tensiones geopolíticas que no han dejado que variables macroeconómicas como crecimiento, desempleo, tasas de interés e inflación, vuelvan a su redil, solo usando los medicamentos tradicionales.
Es un hecho real que la tensión entre los dos motores de la economía mundial, Estados Unidos y China en su orden, en medio de una guerra del siglo XX, que puede escalar en Europa; una crisis de altos precios de larga duración, un nuevo e inédito frente de batalla como son las nuevas tecnologías (globos, inteligencia artificial, comunicaciones 5G, redes sociales, etc.) puede estar cocinándose con consecuencias buenas y malas que quizá sean la antesala de un nuevo orden global. Ciertamente, no se trata de un cambio de época, eso ya ocurrió hace 23 años, asistimos silenciosos a una época de cambio.
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