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Algo pasa con las instituciones y la sociedad al acudir permanentemente a las vías de hecho para mejorar el bienestar
Desde una pequeña protesta de vecinos de estratos socioeconómicos altos al norte de Bogotá, en la Avenida Circunvalar a la altura de la calle 72, que quieren girar a la izquierda y llegar más pronto a sus casas en hora pico; hasta el violento taponamiento de la carretera Panamericana, a la altura de La María entre Popayán y Cali, por parte de comunidades indígenas, son solo muestras de que las vías de hecho están de moda en Colombia como única alternativa para la solución de sus problemas, unos simples como es un trancón y otros estructurales como es la tenencia de tierras ancestrales.
Algo está pasando con las instituciones y los actores sociales. No hay forros de discusión ni representatividad para las cosas mínimas y mucho menos para las difíciles. ¿Dónde están los ediles, concejales, representantes y senadores? ¿Cuál es el papel de los alcaldes y gobernadores? ¿Dónde están los ministros y sus políticas públicas en pos del bienestar? Todo el establecimiento sufre una perdida de credibilidad sin antecedentes. Y cuando se mira el poder de la justicia y de los organismos de control y vigilancia las cosas se ponen peor. ¿Dónde está la Fiscalía que no actúa? ¿Cuál es el poder de los jueces? ¿Por qué la policía no actúa en bien de los ciudadanos? Son muchas preguntas de difícil respuesta en una sociedad que no se rige por instituciones sino por personas que tienen cargos públicos.
La moda de protestar se ha puesto de moda y amenaza con convertirse en una tendencia. Incluso ya se abre paso una protesta de los dueños de estaciones de servicio porque bajó el precio de la gasolina. Incluso ahora se critica que haya bajado el costo del galón de gasolina cuando meses atrás los taxistas, los camioneros y los buseteros reclamaban este alivio. Atravesamos por el país del yo protesto, él protesta, nosotros protestamos. Es un deber y un derecho manifestarse en contra de las cosas que funcionan mal, pero los derechos están ligados a los deberes como ciudadanos.
La Primavera Árabe de las redes sociales; los ¡Indignaos! de Stéphane Hessel, y todas las reivindicaciones sociales recientes en el mundo destapan un cambio de época, más que una época de cambio. Colombia no está aislada en el mundo y en la fiebre de protestas debe haber mesura, educación y civilidad. Es increíble que tras casi seis décadas de pedir la paz, ahora haya grupos que protesten por los acuerdos avanzados de paz. Una sociedad que protesta ejerce sus derechos, que en la inmensa mayoría de los casos, son usados por los políticos y politiqueros para lograr manejar los cargos públicos y las tajadas presupuestales.
No estamos contra la protesta social, pero sí advertimos el abuso y el peligroso golpe a las instituciones.
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