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Estos modelos fueron concebidos como alternativas frente a colegios públicos tradicionales, donde primaban los gobiernos locales y los poderosos sindicatos de educadores, mezcla que producía poco estímulo para buscar excelencia educativa pública. Ahora, bajo esta nueva modalidad, se les ha dado mayor autonomía administrativa, incluyendo concesiones a fundaciones y empresas privadas, rompiendo así la inercia burocrática.
La evidencia internacional sugiere que este modelo púbico-privado ha funcionado bien en la mejora educativa de niños pobres. Por ejemplo, el Centro de Investigación en Resultados Educacionales (Credo por sus siglas en ingles) de la Universidad de Stanford encontró que los niños de zonas rurales estaban aprendiendo el equivalente a 40 días adicionales en la enseñanza de las matemáticas y el equivalente a 28 días en el caso del lenguaje. No obstante, otras investigaciones han señalado que, en promedio, estos colegios tan solo superan marginalmente a los colegios tradicionales.
En todo caso, existen numerosas lecciones que se pueden aprender en materia de política pública aplicada a la educación, a saber: i) La mayor autonomía de los colegios debe estar acompañada de estándares de rendimiento, haciendo seguimiento y medición de los mayores logros para así premiar a los colegios exitosos; ii) El liderazgo de los maestros es un factor clave y de allí la importancia de promocionar esta carrera, con mejores retribuciones salariales; y iii) los mejores desempeños deben replicarse a través de retroalimentación a los profesores y de tutorías.
En Colombia, también se tienen experiencias positivas en estos frentes a través de los llamados colegios en concesión. Bogotá fue pionera en este frente bajo Enrique Peñalosa (1998-2000) y actualmente se tienen 22 instituciones educativas llegando a 34.000 estudiantes; sin embargo, esta es una porción mínima respecto del total de colegios públicos, pues no llega sino a 11%. En diciembre de 2016 se adjudicaron nuevamente los contratos para los próximos 10 años por un valor de $817.550 millones, los cuales tienen la virtud de que operaran bajo el crucial esquema de jornada completa.
Barrera (2015) encontró que existe un impacto directo de los colegios en concesión de Bogotá sobre la reducción en tasas de deserción escolar y hasta de impacto indirecto sobre deserción en escuelas públicas cercanas. Además, señaló la existencia (aunque débil) de un positivo impacto sobre mejora en calificaciones de los estudiantes en colegios en concesión frente a otros colegios públicos.
Aunque en Colombia se han hecho esfuerzos y avances importantes en materia de cobertura, continua existiendo una enorme brecha en materia de calidad educativa. Por ejemplo, los últimos resultados de las pruebas Pisa indican que el porcentaje de estudiantes con pobre desempeño (under-achievers) todavía se ubica en preocupantes niveles de 66% en matemáticas, 46% en ciencias y 43% en compresión de lectura (ver gráfico). Esto último implica que la capacidad de utilización de las operaciones básicas aritméticas y de lecturabilidad para “solucionar” los problemas de la vida práctica continúan afectando de manera grave a cerca de la mitad de nuestros estudiantes (ver Comentario Económico del día 21 de febrero de 2017).
El problema ha sido la dificultad de “aterrizar” en políticas prácticas y con visión de largo plazo la solución a esa mediocridad educativa que persevera en Colombia. Por ejemplo, de tiempo atrás se tiene claro que sin una extensión significativa de la jornada escolar única-completa en los colegios públicos será imposible cerrar la creciente brecha educativa, tanto a nivel global como aquella que se mantiene respecto de los colegios privados en Colombia (ver Comentario Económico del Día 15 de septiembre de 2016).
Con acertado criterio, el Plan Nacional de Desarrollo se puso la meta de incrementar la cobertura de dicha jornada única de 18% a 24% durante 2014-2018. Pues bien, aún si se lograra dicho objetivo, sus resultados serán muy precarios no solo porque la meta es poco ambiciosa (o ¿Realistas presupuestalmente?), sino porque la calidad de los maestros muestra progresos muy marginales.
En síntesis, se ha visto que las alianzas público-privadas en modelos educativos ha tenido resultados exitosos en ciertos colegios de Estados Unidos e Inglaterra. En Colombia han operado colegios bajo el modelo de concesiones con resultados positivos en la reducción de las tasas de deserción. Hacia el futuro inmediato, el reto más urgente es seguir mejorando la calidad del sistema educativo, donde las enseñanzas internacionales muestran que: i) la autonomía de los colegios debe estar acompañada de estándares de rendimiento; ii) el liderazgo organizacional es clave; y iii) es importante la retroalimentación a los profesores, las tutorías, y el seguimiento del rendimiento de los alumnos.