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En efecto, Trump ha venido descalificando la política comercial desde sus tiempos de campaña, argumentando nocivos efectos de los TLC sobre la generación de empleo (especialmente a nivel de los trabajos de baja capacitación, franja anglosajona del Medio-Oeste que fue su pivote electoral). Así, sus anuncios de introducir cambios al Nafta con Canadá y México han generado grandes expectativas y volatilidad en los mercados.
Sin embargo, recientemente Trump rebajó el tono de dicha amenaza, tras recibir fuertes presiones de firmas claves, tanto del sector industrial como de alta tecnología en comunicaciones. Ahora Trump ha virado hacia una estrategia no de abolición del Nafta, sino de “renegociación”, especialmente en su componente de servicios, tras comprobarse que dicho TLC ha profundizado el comercio inter-regional de manera muy favorable para esos tres países. Estas negociaciones podrían iniciarse en agosto de 2018 y prolongarse al menos hasta agosto de 2019.
Canadá y México han secundado la idea de renegociar el Nafta, argumentando que se necesitan “retoques”. En particular, esa será una buena oportunidad para retomar las expectativas que había generado el Acuerdo Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés). Este giro en el discurso de Trump, en vez de “muro e impuestos fronterizos”, profundización del intercambio de servicios, ayudará a evitar la devaluación del peso mexicano y del dólar canadiense y moderará riesgos de rebaja en la calificación crediticia mexicana.
No obstante, la tarea que se avecina no será sencilla. Trump intentará ampliar el proteccionismo a sus sectores agrícolas e industriales, mientras que Canadá y México evitarán dar mayores ventajas a las ya otorgadas. Recordemos que la idea de Trump (algo infantil) era adoptar sobrearanceles a las importaciones provenientes de México y con ello allegar recursos para financiar la construcción del muro fronterizo. Pero esta propuesta olvidaba entonces que el muro lo pagarían los consumidores de los Estados Unidos, amén de la problemática de falta de competitividad global que ello les acarrearía.
Lo verdaderamente importante de renegociar es la robustez de las llamadas “reglas de origen” al interior del Nafta, pues es una forma promercado de hacerle contrapeso a la creciente influencia comercial de China. Así las cosas, los esfuerzos de la renegociación se deberían centrar principalmente en los siguientes puntos:
Comercio de servicios
La idea es establecer un nuevo orden global en el comercio electrónico, siguiendo los lineamientos del mencionado TPP. Un aspecto fundamental tiene que ver con los aspectos tributarios. México, por ejemplo, viene presionando para entrar a gravar con el IVA a las empresas comercializadoras de EE.UU. y de Canadá que venden en su país. Este será un elemento altamente contencioso, pues Estados Unidos no usa el IVA, sino esquemas de impuestos a las ventas (y con sobretasas Estatales).
Comercio agrícola
Este es uno de los tópicos más espinosos de la negociación, debido a la “captura fiscal” que ejercen los grandes cultivadores de los Estados Unidos y Canadá. Por ejemplo, la fuerte presión que ejercen los empresarios estadounidenses del azúcar ya ha hecho meya sobre la relación de Trump con el Congreso, incluyendo su Partido Republicano, quienes aspiran a que se impongan aranceles hasta de 44% sobre el azúcar proveniente de México. En retaliación, el gobierno mexicano buscaría imponer cuotas antidumping a las importaciones de fructosa de sus vecinos.
En el caso de Canadá, la problemática tiene que ver con el uso de la madera para construcción, dado que Trump adoptó unilateralmente un impuesto de 20% a esas importaciones. La discusión será caldeada también en otros frentes, pues Trump ha acusado recientemente a Canadá de llevar a la quiebra a los lecheros de Wisconsin, de la misma forma en que culpa a China de la falta de competitividad industrial de los Estados Unidos.
Comercio industrial
La industria automotriz de México ha sido una de las grandes ganadoras del Nafta, exportando cerca de 80% de su producción hacia Estados Unidos. La promesa electoral de Trump ha sido imponer aranceles de 35% (vs. 0,08% actual) a los vehículos entrantes desde México, lo cual golpearía gravemente la economía de este último. Aquí la esperanza es que se logre, al menos, un acuerdo para adoptar los estándares fijados por la OMC, cuyo arancel promedio bordea 8%.
Este debate debe entender, primero, que buena parte de la pérdida de empleos industriales proviene de la acelerada automatización y robotización de sus procesos. La paradoja es que las empresas que no los adopten quedarán fuera del mercado global. La esperanza es que la “creación destructiva”, que se ha venido observando desde que Schumpeter analizara el tema hace cerca de 80 años, vuelva a crear dichos empleos, probablemente más orientados al sector servicios.