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Tribuna Universitaria 21/11/2024

Salario mínimo y productividad: desmitificando el debate

Carlos David Alape Gamez
Economista y estudiante de Administración Pública Esap

A pocas semanas de que inicie la discusión entre trabajadores, empresarios y el Gobierno sobre el incremento del salario mínimo, crece la expectativa por el informe de Productividad Total de los Factores de Producción, elaborado por el Dane. Según diversos analistas económicos, es probable que la productividad registre un leve repunte, impulsada por el crecimiento interanual de 2% en el PIB durante el tercer trimestre. Organismos internacionales como la Ocde han estimado que la productividad media por hora trabajada podría situarse alrededor de 1,13%. Focalizar la atención en esta variable macroeconómica permite comprender que aumentos significativos en el salario mínimo no necesariamente generan inflación ni desempleo, una idea respaldada por destacados premios Nobel de economía.

El incremento del salario mínimo no generaría inflación, según las proyecciones de la Ocde. Esta organización prevé que la productividad media por hora trabajada aumentará en 2 puntos básicos entre 2024 y 2025. En particular, para 2024 se espera un crecimiento gradual, pasando de 1,13% en el primer trimestre a 1,14% en el cuarto trimestre. Si estas proyecciones se cumplen y se aplican a la ecuación neoclásica de formación de salarios, un incremento salarial acompañado por un aumento proporcional en la productividad mantendría constante el nivel de precios. En este contexto, las condiciones positivas anticipadas por la Ocde para Colombia desmienten el argumento tradicional de que el alza del salario mínimo es inflacionaria y evidencian la necesidad de una comprensión más profunda de los fundamentales económicos.

Además, lejos de generar desempleo, un aumento del salario mínimo podría incentivar la contratación de más trabajadores. Esto se debe a que un incremento en la productividad media por hora trabajada eleva el valor aportado por cada trabajador, haciendo más atractiva su contratación para las empresas. A su vez, esta dinámica fomenta la formación de economías de escala, lo que refuerza la lógica de la contratación bajo la ecuación neoclásica de formación de salarios. A medida que la productividad marginal del trabajo crece, las empresas pueden ofrecer salarios competitivos sin comprometer la estabilidad de precios, contribuyendo así a un crecimiento económico sostenible.

En conclusión, el debate sobre el salario mínimo no debería centrarse únicamente en qué tan alto o bajo debe ser su incremento, sino en cómo promover un aumento sostenido en la productividad media por hora trabajada. La verdadera lucha está en fortalecer la especialización y la complementariedad dentro de los procesos productivos, herramientas clave para incrementar la eficiencia y el valor del trabajo. Solo al priorizar estas estrategias se logrará un crecimiento económico sostenible, que beneficie tanto a trabajadores como a empleadores, equilibrando los intereses de todos los actores del mercado laboral.

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