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Año tras año se ha evidenciado que las temporadas de sequía vienen con mayor fuerza, dejando a su paso devastadoras afectaciones en la salud, el ambiente y la economía. Estos inclementes episodios están llegando más rápido de lo que se está actuando para mitigarlos. Tenemos infinidad de ejemplos propios y de vecinos, que de nada han servido para prepararnos ante un nuevo evento climático.
Una de las principales preocupaciones de la llegada de un verano intenso, radica en el fuerte impacto que podría causar sobre el sector eléctrico del país. El panorama es inquietante si tenemos en cuenta que la oferta de gas viene disminuyendo y que tenemos una combinación atípica de circunstancias como: la crisis financiera de las empresas distribuidoras, la creciente deuda por opción tarifaria, el agotamiento en las redes de transmisión regionales, los retrasos de proyectos energéticos renovables, y una Creg a media marcha.
Hace más de cuatro décadas, en abril de 1980, Colombia vivió una crisis energética desatada por la demora en los proyectos y la intensa sequía. Hubo cortes de energía de dramáticas proporciones, en ese entonces las lluvias llegaron, pero los racionamientos no cesaron, por el déficit en la infraestructura de generación. El apagón más recordado, en la historia reciente, fue el del gobierno de César Gaviria en 1990, que le costó varios miles de millones de dólares al país.
Con antecedentes de drásticos racionamientos de energía eléctrica en los últimos 44 años, hoy tendríamos que haber adquirido la mayoría de edad en la prevención de las deficiencias y la planeación del sector, incluso en contra de los ciclos de sequía y fenómeno de El Niño. Pero no es así. Lamentablemente, nos seguimos caracterizando por ser una Nación consciente de sus riesgos y amenazas, pero poco inclinada a desarrollar una política pública que se anticipe a los hechos, de ahí nuestra preocupación por los graves estragos que pueda traer esta nueva temporada de sequía, que ya fue alerta por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), para el primer trimestre de 2025.
La inadecuada planeación energética nos ha llevado a paliar problemas de escasez en ciudades como Bogotá. Por eso es importante pensar en el futuro del sector eléctrico colombiano, en las nuevas fuentes de producción, en resolver los problemas que afronta la Costa Caribe con sus operadores y en ampliar el espectro de soluciones con base en análisis realistas.
Hay que mantener una generación alta que nos permita llegar a la temporada de lluvia con 50% en los embalses. Por otro lado, la generación térmica debe ser con el combustible que respalde las Obligaciones de Energía en Firme (OEF), para que no se generen problemas con el mercado de gas, es decir, que el estatuto de desabastecimiento tenga flexibilidad para que las hidroeléctricas con embalses que estén a punto de vertimiento tengan obligación y prioridad en la generación.
Con una demanda energética creciendo a un ritmo insostenible, una oferta cada día más limitada y la advertencia de la llegada de una nueva temporada de sequía, es inaplazable desarrollar, desde todos los sectores, acciones y programas orientados a la prevención y planeación. Aquí hay que abrirle un espacio importante a la promoción de la conservación del agua y el ahorro de energía.