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¡El celular!, exclamé cuando me enteré que Trump adoptaría medidas arancelarias. Ante el inminente incremento de precios de los smartphones, y en un “por si las moscas”, pensé en recambiar el dispositivo, sin embargo, creo que la demanda no será sensible al alto precio (inelasticidad). El sociólogo francés Guilles Lipovetsky planteó: “El consumista no basa su felicidad en poseer bienes, si no en desearlos”, y en cuanto al móvil, prevalece el afán por la última versión, antes que la funcionalidad y el precio.
Aunque algunos sean hábiles auscultando el teléfono, otros no pasamos del servicio elemental del adminículo y lo reemplazamos sin haber explorado y explotado el potencial de sus herramientas. Si acaso, usamos la linterna, la calculadora, la cámara y la cinta métrica. Más que teléfonos, son ordenadores, ¿alguien recuerda qué era un lapicero?, me refiero al aparato puntiagudo que desprendía tinta y con el que escribíamos sobre el papel. Créanlo, anduvimos con calendario impreso, dentro de la billetera. Los teléfonos de hoy, equivalen al “todo en uno” de las navajas suizas con sacacorchos y destornillador. Algunos bonus que disfrutamos actualmente, no eran imprescindibles, pensar que guardábamos y sacábamos alimentos a tientas de las neveras, hasta que llegaron las que accionaban luz al abrirse.
¡Que paradoja! adquirimos posibilidades para no usarlas. Un carro con luces antiniebla, aunque vivamos a nivel del mar, la escotilla del vehículo en zonas de lluvia, y la cobertura de una póliza con cláusulas de amparo que nunca reclamamos. Hay sobreoferta de atributos en objetos que compramos, que quedan subutilizados. No usamos la totalidad de bondades de lo adquirido, bien por la complejidad del funcionamiento o por la desidia e indiferencia de leer las posibilidades de ciertos dispositivos, en engorrosos manuales de funcionamiento que condenan al olvido. La oferta de productos y servicios, nos plantea lo básico y mucho de lo extra, que abandonamos en el “por si acaso”, subutilizando e inutilizando, hasta reponer sin sensatez ni culpa.
El deseo humano tiene una parte imaginaria y una parte consciente. En psicología, la falta se relaciona con el deseo, y aquí va la pregunta: ¿necesitas o deseas lo que compras? La falta, es una característica en los seres humanos, manifestada en diferentes dimensiones de la relación sujeto y objeto. Aunque el deseo es un estado mental, expresado ambiguamente como, “querer”, “anhelar” o “apetecer”; pocos establecemos la pertinencia de lo que se quiere, se desea y se necesita. Deberíamos partir de la fundamentalidad de necesitar o del estado “ideal” de comprar lo que simultáneamente se necesite y quiera.
“Por si las moscas”, es un apelativo que refiere a cubrir los alimentos evitando que se contaminen, una medida de precaución, como tantas, que advierte a las personas de lo que les pudiera vulnerar. El “por si acaso” en lo adquirido, aunque no se use, es el recurso previsivo ante la contingencia, una símil de “llantas de repuesto” - no aplicable en relaciones sentimentales-, haciendo honor a “mejor que sobre y no que falte.