ANALISTAS 12/04/2025

La desgracia del centro

Diego Gómez
PhD, Director ECSIM
La República Más

Si la derecha es un amasijo de tendencias integradas por la reacción contra la izquierda, al denominado centro lo cohesiona decir, al estilo de Cantinflas, que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Supone que enarbolar la honestidad y la lucha contra la corrupción es suficiente.

El centro termina siendo el abrigo cierto de una tecnocracia que medra a expensas del estado. Tiene sus bases en John Stuart Mill que combinó el liberalismo clásico con una preocupación por lo social, lo que lo hace relevante para posturas centristas actuales. También en John Rawls que propuso una teoría de justicia que busca equilibrar libertad individual y redistribución, influyendo en posiciones de centroizquierda y centroderecha. Y en Anthony Giddens, que formuló la “Tercera Vía”, orientada a modernizar la socialdemocracia con una mezcla de responsabilidad fiscal y sensibilidad social. Siempre, en todo caso, teniendo al estado como eje de construcción social.

El término “centro” no se trata de una doctrina definida. Puede describirse, más bien, como una orientación que busca combinar elementos de diferentes posturas ideológicas con el objetivo de representar posiciones moderadas, pragmáticas o conciliadoras. Podría entenderse como una construcción política más que una ideología en sí misma.

Este pragmatismo se evidencia en las elecciones en las ciudades y regiones en donde se ha dado en un proceso bien ilustrativo de la evolución de la acción desde lo público, centrado en necesidades específicas. Allí, derecha o izquierda no ofrecen nada cierto y claro. Pero si quienes se “centran” en proponer una gestión eficaz de los bienes públicos que todos requerimos: seguridad, movilidad, dotaciones urbanas, servicios de aseo, agua y alcantarillado.

En términos económicos, los partidos o actores del centro suelen aceptar mecanismos de mercado, pero también reconocen la necesidad de cierta intervención estatal para corregir desigualdades o garantizar servicios públicos básicos. Políticamente, pueden valorar tanto la libertad individual como la cohesión social, evitando posiciones extremas o maximalistas. En lo cultural o moral, el centro tiende a adoptar posturas matizadas, reconociendo la pluralidad de valores sin adherirse a dogmas rígidos.

La relevancia o utilidad del centro depende de las dinámicas de polarización, del tipo de sistema electoral, del comportamiento del electorado y de la capacidad de ciertos liderazgos para articular coaliciones transversales o buscar consensos en sociedades diversas. Sus pseudo militantes, pues, siempre están en lo no definido, son personajes como Tony Blair, Ángela Merkel, Justin Trudeau, Manuel Macron, Ricardo Lagos, Fernando Henrique Cardoso. Por todo eso, el centro termina siendo el bastión del status quo.

La intelectualidad asume que lo es, en tanto, se ubique como una “centro-izquierda”, eso sí, con la condición del mayor nivel de vida burgués posible. Con superioridad moral asumen que no tiene dignidad intelectual quien no sea de “centro-i”.

Desgraciadamente, ese tribalismo del pragmatismo lo que hace es tirar la pelota para adelante sin resolver problemas de fondo que requieren posiciones definidas y costos personales y políticos. Se queda en medias aguas y terminan de cómplice de los errores de uno y otro extremo. Es el comodín perfecto para que las derechas eviten los males de la izquierda y viceversa. Terminaron siendo la instrumentalizadores de la trampa del subdesarrollo latinoamericano y del estancamiento europeo.