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Históricamente las iniciativas encaminadas a controlar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provienen de tres fuentes: desde los estados, con políticas públicas que están alineadas con acuerdos adscritos ante órganos supranacionales; desde las organizaciones sociales que tienen como fin cuidar el entorno; y finalmente, las empresas que por sus procesos productivos buscan formas de impacto más “amigables” con el planeta.
Sin embargo, existe una tendencia que busca ubicar dicha responsabilidad no solo en estos tres actores, sino que la sitúa en el individuo, en cada uno de nosotros. La premisa fundamental es concientizarse de que en las actividades diarias existe un gran potencial para mitigar el impacto que tiene cada persona sobre el uso de recursos naturales y el ambiente.
Uno de los principales parámetros que existen para contabilizar dichos impactos y trabajar desde allí son las mediciones de carbono emitido o huellas de carbono. Lo cierto es que no solo las compañías emiten dióxido de carbono, todos generamos ciertas cantidades de CO2 con las actividades que realizamos en el día a día.
Ian Wolff Westrup, ingeniero ambiental mexicano comentó que las actividades que van desde los desplazamientos en el carro (en promedio un auto emite 2,5 kilogramos por galón de gasolina consumido), pasando por los bombillos que se utilizan en el hogar, hasta prácticas como la separación de desechos y el reciclaje, son vitales al momento de re-plantear nuestro compromiso personal con el futuro sostenible del planeta.
En el ámbito del consumo de bienes, también existen alternativas para que con el uso de ciertos productos se vean disminuidos las emisiones de gases que cada persona genera al usarlos. Bien sea en el proceso de producción o por prácticas ambientales de las compañías que los producen, los resultados tangibles tienen un menor impacto mbiental.
Para el caso de los cosméticos, es posible encontrar algunos que en su manufacturación integran métodos responsables con el uso de recursos naturales y que les dan la seguridad a sus consumidores que al adquirirlos están contribuyendo a disminuir las emisiones de gases GEI, tanto industriales como personales.
El caso de la marca Ekos, de Natura Cosméticos ilustra este punto. Desde su creación en el año 2000 se convirtió en una marca de consumo masivo pionera en la implementación de prácticas ambientalmente responsables; una posibilidad real para las personas que no sólo buscan cuidarse así mismas, sino que buscan al mismo tiempo cuidar el medio ambiente.
Por ejemplo, todos los estuches de la marca se elaboran con 40% de papel utilizado post-consumo, proveniente de elementos reciclables, con lo cual se busca coadyuvar con la meta de reducción de Natura en términos de emisiones relativas de carbono, la cual se estima en 13% para el año en inmediatamente anterior.
De esta manera encuentran un punto medio las dos tendencias de cuidado ambiental: por un lado, los consumidores pueden generar rutinas de cuidado que combinen el ámbito personal, en términos de su compromiso con la disminución de la emisión de gases de efecto invernadero que ellos mismo producen; y por otro lado, al consumirlos se contribuye con el objetivo de las compañías de preservar condiciones ambientales para el desarrollo de las futuras generaciones.
¿Por qué son productos ecoamigables?
Otra de las características que demuestra la ecología de los productos de Ekos son los repuestos y los empaques, los cuales fueron construidos con plástico verde, proveniente de la caña de azúcar y no del petróleo. En cuanto a las botellas plásticas de la firma, presentan 50% de plástico PET reciclado post-consumo, lo que implica que de cada dos productos usados, uno proviene de envases reciclados.
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Si una empresa o establecimiento incumple de alguna forma con esta legislación puede ser sancionada con multas que van desde un salario mínimo mensual legal vigente hasta 5.000 salarios mínimos