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En términos de bonos para el desarrollo, los verdes son los que mayor participación tuvieron el año pasado, no obstante, las entidades bancarias también invirtieron.
Con la ayuda del Banco Mundial, un grupo de inversionistas procedente de Suecia identificó a finales de 2007 la necesidad de invertir en proyectos que contribuyeran a disminuir el impacto del cambio climático. Por eso, a mediados del siguiente año, la asociación emitió el primer bono verde de la historia y creó una tendencia que ya cumple 10 años y llegó a una inversión de US$167.300 millones en 2018.
“Nuestra generación podría no resolver todos los obstáculos que plantea el cambio climático, sin embargo, esta es una estrategia que contribuye a que las nuevas generaciones tengan un mejor planeta”, dijo Kristalina Georgieva, presidenta del Banco Mundial.
De acuerdo con los últimos reportes, los sectores sostenibles que más desembolsos han tenido con este tipo de financiamiento son Energías renovables y eficiencia energética (44%), transporte público (25%) y Agricultura, uso de la tierra, recursos ecológicos (11%).
“El desarrollo de energías renovables ha sido una de las prioridades, pues tienen el mejor perfil para generar cambios. Por ejemplo, podrían generar biocombustibles para reemplazar el uso de carburantes fósiles como el petróleo”, dijo César Ferrari, profesor de economía en la Pontificia Universidad Javeriana.
En términos de bonos para el desarrollo, los verdes son los que mayor participación tuvieron el año pasado, no obstante, las entidades bancarias también invirtieron en proyectos de desarrollo sostenible con una cantidad de US$21.000 millones. Le siguieron los de desarrollo social con US$14.200 millones y los destinados a otros propósitos tuvieron una cuota de US$23.700 millones.
“Los bonos de desarrollo sostenible son los que involucran otros rubros como la construcción, donde también se ha buscado reducir el impacto de materiales como el asbesto”, añadió Ferrari.
Según los expertos, los inversionistas en el desarrollo sostenible encuentran en este modelo un esquema rentable, pues entienden el poder que tienen sus capitales. Además, saben que mitigando los efectos del cambio climático, protegen de riesgos otras de sus inversiones.
“Los dueños de los capitales quieren ser competitivos, no solo en términos de rentabilidad, sino que también quieren generar un cambio de manera positiva y tener cuentas sobre los beneficios que están aportando”, agregó la presidenta del Banco Mundial.
La meta de la banca multilateral es revolucionar este tipo de inversiones y potenciar los proyectos de desarrollo sostenible, denominados como SDG, para 2030. Además, buscan hacer de la estructura un modelo más sofisticado para que haya medidas exactas del impacto que genera cada dólar invertido.
“Este tipo de mediciones atraen aún más a los inversores porque de alguna forma les enseña de forma cuantificable en qué se usa su dinero y específicamente qué es lo que se está creando. Allí se basa la rentabilidad de esos bonos”, comentó el profesor de economía.
En cuanto a las naciones, durante 2018 Estados Unidos, Francia y China fueron los principales emisores de créditos verdes al representar 47% de la participación global. En el país norteamericano, el principal financiador fue Fannie Mae con un desembolso de US$20.100 millones. En el caso asiático, Industrial Bank Co entregó US$9.600 millones, lo que representó 31% de la inversión en China. En París, el gobierno central se llevó la delantera con US$6.000 millones de inversión en bonos verdes.
En cuanto al tema de la diversificación de los gobiernos internacionales, otros países ingresaron a este tipo de negocio, En 2018, se registró la incursión de Islandia, Indonesia, Líbano, Namibia, Portugal, Uruguay y Tailandia.
“Es importante que cada vez haya más participantes en este tipo de proyectos. El combate contra el cambio climático no se puede dar desde unos pocos sectores, sino que tiene que ser un esfuerzo conjunto”, comentó Georgieva.
