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Los consumidores de la nueva generación están dispuestos a pagar más por productos que representen un estilo de vida más sostenible
El impacto ambiental generado por la industria de producción de bienes y servicios ha marcado la tendencia en los últimos años. Las cambiantes dinámicas de consumo y el acelerado aparecimiento de nuevas necesidades producidas por las difíciles condiciones con las que ha venido lidiando la humanidad; han puesto a producir a tope de sus capacidades a las diferentes industrias.
Sin embargo, más allá de la representación económica que podría generar la excesiva producción, hay otro factor crucial derivado del frenesí del consumo: la huella de carbono o emisión de gases de efecto invernadero; es decir, la huella ambiental o impacto negativo generado sobre el planeta por la actividad económica de las empresas o personas.
Según información del Ministerio de Ambiente, en Colombia cada persona produce, en promedio, cuatro toneladas de carbono al año, lo que equivale a la misma producción de Co2 de una persona que maneja 15.000 kilómetros. Estas cifras contrastan con el aumento de 147%, en 2019, en emisiones de gases efecto invernadero desde la medición de 2016 cuando eran 35.998 toneladas de Co2 las que se producían en el mundo.
Sin embargo esta situación fue cambiando a medida que las generaciones Z y los millennials fueron creciendo y haciéndose más conscientes del impacto generado por los desbordados niveles de consumo, aunque aún se mantiene en números rojos, ahora los consumidores jóvenes están dispuestos a pagar más por productos que representen sus valores y que impacten menos el entorno en que vivimos.
De ahí que cada vez más organizaciones se preocupen por hacer marcas y productos sostenibles y amigables con el entorno, pues aparte de favorecer el impacto positivo sobre el planeta, ahora esto se ha convertido en una forma de generar ingresos de manera responsable.
De acuerdo con Juan Nicolás Moncaleano, ambientalista e ingeniero ambiental de la Universidad Distrital, estos son algunos de los beneficios que podrían tener las organizaciones si se preocupan por reducir la emisión de Co2 generada por sus jornadas de producción.
En primer lugar, el experto dice que ser conscientes de este impacto negativo aporta a la construcción de la marca, pues darle valor a la acción ambiental y hacerse cercano a los nuevos intereses de los consumidores, es una forma efectiva de posicionar sus productos desde la unión de valores corporativos y valores del consumidor.
En segundo lugar, esta reducción marca una significativa ventaja competitiva con otras compañías del sector, pues según un estudio realizado por la empresa de analítica Nielsen tres de cada cuatro millennials afirman querer pagar extra por productos o servicios que provengan de compañías que estén comprometidas con la sostenibilidad. Estos datos demuestran que ser una empresa ambientalmente amigable repercute en el índice de ventas y el desarrollo económico de las empresas, suponiendo una ventaja tangible frente a los competidores.
Otro de los aspectos destacados es la posibilidad de analizar y optimizar procesos, lo que quiere decir que al ser conscientes de la producción de Co2, las compañías estarán en plena capacidad de estructurar planes de acción que permitan mejorar el impacto negativo y al tiempo optimizar su producción y ganancias en favor del bienestar ambiental.
Finalmente la acción responsable de las empresas será la puerta de entrada para conseguir financiación o incentivos por parte del gobierno y los organismos interesados en darle vida a los proyectos capaces de ser amigables con el medio ambiente y que estén direccionados a la recuperación del entorno
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