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Estas prácticas han llegado al mercado de alimentos y bebidas, reemplazando el poliestireno, pero también a la industria textil
La sostenibilidad se ha convertido en el emblema (y la meta) no solo de marcas, sino también de consumidores en todo el mundo. Con lo que cada vez aparecen en el mercado más alternativas para reemplazar elementos contaminantes tanto en los procesos de producción como en los empaques de productos.
En el caso de la industria de alimentos y bebidas, por ejemplo, el poliestireno, comúnmente conocido como 'icopor', se ha ido reemplazando paulatinamente con otras alternativas como pitillos de papel, de bambú y hasta de acero.
Otra de las opciones es el plástico de fécula de maíz, que tardaría en descomponerse entre 45 y 90 días con un tratamiento adecuado, versus un empaque de icopor que puede llegar a tardar 1.000 años.
Compañías como 'Cáscara' se ha dedicado a este negocio, con alternativas de vasos, portacomidas y otros envases para el consumo masivo a partir de bio-masas. El precio, por ejemplo, para 400 unidades llega a $400.000.
Sus productos son usados actualmente por varias cadenas de restaurantes como WOK, Crepes and Waffles e incluso estuvieron presentes en el Festival Estéreo Picnic, ayudando a reducir, sustancialmente, la contaminación durante el evento.
"Tenemos contenedores de comida de pulpa, vasos compostables, ganchos ecológicos, bolsas de maíz, próximamente bolsas de aluminio, recubrimientos ecológicos y otros productos y servicios para que las marcas puedan migrar a ser ecológicas y viables", cuenta Martín Ramírez, vocero de Cáscara.
El uso del coco para realizar bolsas es otra de las tendencias vigentes adoptadas, más en el mundo comercial, para reemplazar el plástico. Bao Bab, marca de vestidos de baño colombiana, ha sido una de las pioneras en el tema.
Isabella Espinosa, fundadora de la compañía, cuenta que al no encontrar alternativas sostenibles en tirajes pequeños deciden crear una alternativa a partir del coco. "Queríamos un empaque coherente con la misión de la marca y llegamos a la idea de que nuestro empaque podría ser un cascarón de coco, pero volverlo una cartera ha sido un proceso largo, que hacemos en nuestro propio taller de coco", añadió.
"Nuestros empaques explican que vienen de coco real del bosque seco del bosque tropical colombiano. En el mercado hoy en día hay varias opciones para que las empresas migren a ellas y debería ser una obligación", añade Espinosa.
Sin embargo, una de las problemáticas detrás de incursionar en estas nuevos empaques más sostenibles es el precio que, comparado con las opciones corrientes, puede ser mucho más elevado. Espinosa explica que en su caso, cuando estaban empezando la búsqueda, las compañías pedían lotes muy grandes.
"Todos los proveedores pedían un requisito mínimo de 1.000 empaques, pero ni siquiera teníamos el flujo de caja para comprar todas esas unidades y dejarlas guardadas, pero queríamos sí o sí incorporar algo sostenible, y fue cuando optamos por nuestra idea del coco", dice la empresaria.
Al respecto, Ramírez, de Cáscara, explica que es importante que este querer ser sostenible no solo lo tengan en cuenta las marcas, sino también los consumidores, para que el proceso pueda ser económicamente viable para las empresas sin importar su tamaño.
"Los consumidores no solo deben exigir empaques ecológicos, sino estar de acuerdo en pagar por ellos. Creemos que los empaques son una coresponsabilidad. El interés es cada vez más grande, pero hay que distribuir el peso entre los actores. La ecología y la economía deben estar alineados", concluye.
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