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Hace poco más de un año el Presidente Juan Manuel Santos celebraba la candidatura de Colombia para ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), como un reconocimiento a los logros obtenidos en temáticas sociales, económicas y de seguridad del país.
Posteriormente, cuando se formalizó el protocolo para ingresar a esta organización, en octubre de 2013 el secretario general de la misma, Ángel Gurría, entregó una hoja de ruta con los temas en los que el país debería trabajar para lograr la admisión final.
En este contexto vale la pena destacar que un tema desconocido en la agenda pública como la disposición final de residuos peligrosos y especiales (respel) es trascendental para el desarrollo del país, su reputación ante la comunidad internacional e, incluso, el ingreso a un selecto grupo de naciones basado en sus buenas prácticas como la Ocde.
En abril del presente año la evaluación de desempeño ambiental realizada por la Ocde en cooperación con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), mostraba que si bien Colombia se ‘raja’ en varios puntos, presenta significativos avances en la disposición de respel, una gestión cuyo fortalecimiento es prerrequisito para poder hacer del país un referente en desarrollo sostenible.
Uno de los resultados negativos del país en la mencionada evaluación, muestra que el gasto ambiental en los países miembros de la Ocde fluctúa entre el 1% y el 2% del PIB; en el caso de Colombia, durante la primera década del 2000 el máximo de este gasto se registró en un 0,65% del PIB. Este es un indicador de que el país debe perfeccionar el manejo ambiental de su industria para asegurar su sostenibilidad, garantizar el bienestar de la sociedad en general, y alcanzar los niveles de los países de la Ocde que establecen un estándar claro en los manejos sociales y económicos de las naciones más prósperas del planeta.
Otro punto preocupante expuesto en esta misma evaluación, cita a la Contraloría General de la República, la cual informó (2011) que el “gasto público no alcanzó para que las autoridades ambientales pudieran desempeñar correctamente sus funciones y que las áreas protegidas reciben solamente el 80% de sus necesidades básicas y menos del 50% de lo necesario para una gestión óptima”.
Pese a este panorama un poco truncado en materia ambiental, vale la pena reconocer que el país tiene importantes avances en la elaboración de marcos normativos de los respel. Su correcta disposición final, bajo los más altos estándares de calidad y con procesos certificados a nivel nacional e internacional, están permitiendo a la industria colombiana tener un rendimiento que viene mejorando y que le permite hacerse más sostenible.
Pero no hay que bajar la guardia. El crecimiento de la economía del país trae consigo el progreso de las empresas en diferentes sectores de la industria. Éstas aumentan su mano de obra y capacidad de producción, por lo que la planeación y el compromiso por tener procesos más responsables con el entorno debe constituirse en un requisito intrínseco a todas las compañías con el objetivo de hacer un mundo sostenible y prevenir o mitigar posibles afectaciones.
El país debe seguir con lupa la gestión de respel generados por diferentes sectores en el país. Sabemos que Colombia ha mejorado, según el PNUD la cantidad de instalaciones destinadas al tratamiento de estos residuos aumentó de 9 en 2006 a 50 en 2010. Residuos del sector de hidrocarburos, el sector hospitalario-farmacéutico y químico, entre otros, deben tener nuestro máximo grado de atención y sinergia para asegurar la tan anhelada sostenibilidad de nuestra industria.
Es vital que los generadores de los respel, quienes se encargan de su disposición final (empresas grandes y pequeñas) y las entidades de control, nos comprometamos mucho más con el correcto tratamiento de los residuos peligrosos, una especie de acuerdo para llevar este proceso a un nivel superlativo, tal como lo tienen muchos países miembros de la OCDE. Adoptar prácticas como estas de cara al ingreso de Colombia en esta organización tiene un impacto positivo transversal en la competitividad del país, en el desarrollo sostenible de su industria y en el avance a posicionarse en el club de buenas prácticas del mundo.
La gestión depende de tres valores fundamentales
Hay tres valores capitales en la gestión de residuos peligrosos. El primero es la seguridad, entendida además del abordaje técnico para resguardar los respel de las industrias. Le sigue la confianza, una vez se reconocen como elementos valiosos y con potencial de retorno de valor para las firmas. El tercer valor clave es la conciencia, entendida como un valor intrínseco a la labor de cualquier empresa.