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Con lo que se bota en el país se alimentaría a ocho millones de personas.
Es momento de poner sobre la mesa la conversación sobre las prácticas en cosecha, transporte, procesamiento, comercialización y consumo responsable de alimentos en Colombia, que permitan disminuir la pérdida y desperdicio de comida en el país y que a su vez traigan beneficios en materia ambiental, económica y social.
En este orden de ideas, es contradictorio saber que de acuerdo a la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional (Ensin) 2015 la desnutrición aguda está en aumento en los menores de cinco años, que el índice de sedentarismo en la población llega a 56% en los adultos, que 24% de los escolares presenta exceso de peso, que la seguridad alimentaria en los hogares llega a 54,2 de cada 100 hogares colombianos, y que además el país ocupa el puesto 51 de 113, en el índice global de seguridad alimentaria.
De acuerdo a cifras de la FAO cada año se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos en el mundo, casi 1/3 de la producción total. En Colombia esta cifra es de 9,7 millones de toneladas anuales, según nos indica el DNP. Y es que aunque estas cifras por si solas son alarmantes, el panorama empeora si vemos la otra cara de la moneda. En Colombia, si aprovecháramos la comida que se pierde cada año podríamos alimentar a casi ocho millones de personas, y evitar la muerte de niños por desnutrición, como los 321 que murieron en 2017, según la Procuraduría General de la Nación.
Lo cierto es que si pudiéramos evitar el desperdicio de comida desechada anualmente en Latinoamérica, sería suficiente para alimentar a 300 millones de personas con hambre, como nos dice la FAO.
De acuerdo a lo anterior, erradicar el hambre en Colombia, especialmente en los niños, debería ser una prioridad, pues genera grandes impactos positivos para la productividad y desarrollo del país; es uno de los factores más importantes para avanzar en la superación de la pobreza, también es clave porque alivia los costos en salud del estado y permite aumentar las inversiones en educación. Varios estudios han demostrado que los escolares con desnutrición presentan mayor dificultad para aprender, para poner atención y para lograr un desarrollo intelectual adecuado.
Desde la industria, y con el fin de avanzar en la erradicación del hambre, nos hemos comprometido en contribuir a la seguridad alimentaria a través de inversiones en investigación que nos han permitido poner a disposición de todos los sectores de la población, en todas las épocas del año, y en diferentes climas y zonas geográficas, productos y alimentos inocuos y de la mejor calidad. Igualmente, a través de rigurosos procesos de investigación e innovación hemos convertido productos perecederos de corta vida, en productos de larga vida, con los que hemos reducido el desperdicio y pérdida de alimentos en Colombia. Y aunque estos son avances significativos, aún nos queda camino por recorrer para alcanzar el objetivo de Hambre Cero.
Si tomamos todo esto en cuenta, es necesario establecer estrategias multisectoriales efectivas para combatir el hambre, pues no se trata solo de que el Ministerio de Educación invierta en la alimentación en los colegios, o que el Ministerio de Salud trabaje por sistemas de salud más inclusivos. Hay que ir más allá. Debemos trabajar en la promoción de políticas que garanticen el fácil acceso a los alimentos en todas las regiones, en concientizar sobre la responsabilidad del consumidor para disminuir el desperdicio de alimentos, y en trabajar juntos tanto gobierno, como sector privado y ciudadanía, por una Colombia con #HambreCero.