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En ocasiones, es la enfermedad la que gana la batalla y no existe nada más que hacer. La mayoría de las veces se logra llegar a estar controlado pero no curado. Y constantemente se deben recordar medicamentos
La salud se asemeja a caminar en una habitación desconocida a oscuras llena de jarrones de porcelana. Cada paso refleja las decisiones en salud que tomamos diariamente. Cuando damos muchos pasos en la dirección equivocada y derribamos un jarrón, este cae sobre el suelo y se quiebra. Al encender la luz, miramos la cantidad de pedazos regados por todas partes e intentamos sobre manera para poder repararlo. Somos conscientes de que jamás fue nuestra intención tumbarlo. Aun así, aunque juntemos todos los pedazos que quedan, jamás volverá a ser igual y en ocasiones nos quedaremos incluso con piezas faltantes y desprovistos de pegamento.
El ser humano busca fallidamente mantener la salud a costa de evitar la enfermedad. Implementado torpemente múltiples estrategias direccionadas a preservar el estado de bienestar como: salir un domingo a ciclovía, echar poca salsa a la hamburguesa o tomar gaseosa dietética para mantener la figura.
Convertir estas conductas en grandes logros para mantener la salud, es perpetuar comportamientos francamente lesivos. Cuando las conductas nocivas son recurrentes y perduran en el tiempo, pasamos del estado de bienestar al bucle de enfermedad, donde hoy tenemos una y mañana 10 nuevas más. En ese momento brota la impotencia, la preocupación, el arrepentimiento, pero sobre todo la duda. Una intensa duda ante un posible diagnóstico equivocado, una inadecuada interpretación de los resultados obtenidos, de cualquier cosa que demuestre como aquel estado de bienestar aún persiste.
Las estrategias terapéuticas buscan mantener la vida aproximándose al estado de bienestar mitigando intensamente los signos y síntomas desencadenados por la enfermedad. Pero en ocasiones, no logran hacerlo. Y el bucle de enfermedad persiste y las estrategias terapéuticas se apilan rápidamente.
Se suministran medicamentos para tratar efectos adversos de otros medicamentos y medicamentos para tratar la enfermedad en sí. Entramos en la ambigüedad de que mucho es malo pero poco es insuficiente. Recurrimos a diferentes médicos y cada quien tiene su opinión, hasta se contradicen.
Se sigue detalladamente cada recomendación suministrada por los amigos, vecinos, conocidos e incluso del internet, queriendo fervorosamente volver al estado de bienestar. Pero parece que nada funciona.
En ocasiones, es la enfermedad la que gana la batalla y no existe nada más que hacer. La mayoría de las veces, se logra llegar a estar controlado pero no curado. Te das cuenta que debes constantemente recordar los nombres y concentraciones de una lista interminable de medicamentos que no resuelven el problema pero al menos te permiten vivir. Puedes olvidar las llaves de tu casa pero jamás de tomar las pastillas. Un matrimonio sin posibilidad de divorcio. Eres consciente que nada volverá a ser igual. Y te preguntas: ¿No era mejor caminar con cuidado para no tumbar ningún jarrón?