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En los últimos dos años, por lo menos en lo que respecta a mis colegas y al resto de mi círculo profesional, navegar por LinkedIn da la impresión de haberse convertido en una especie de espacio para conversar sobre los esquemas de trabajo híbridos, la influencia de las nuevas tecnologías, la productividad y los programas de beneficios empresariales.
Puntos que, pese a estar implícitos e incidir, evidentemente, en el entorno laboral, no necesariamente abordan la esencia de la gestión del talento humano y la sostenibilidad corporativa desde un ángulo holístico y estructural.
Por eso, con la intención de aportar una visión más profunda sobre el bienestar integral de las personas, resulta muy oportuno referirse al concepto de liderazgo consciente: una idea en la que los líderes están impulsados por la empresa, sus grupos de interés y el planeta; en la que se promueve una cultura organizacional donde el centro es la confianza, la autenticidad y la innovación; y en la que trabajar es una fuente de crecimiento personal y de realización profesional.
Esta idea de liderazgo, que, además de romper con el esquema tradicional de “trabajar, según lo que diga el diploma o el perfil tradicional”, implica apagar el “piloto automático” que se usa para orientar la estrategia y el organigrama con el fin de empezar a considerar variables como las habilidades comportamentales, la personalidad y las pasiones del individuo, permite el crecimiento del capital humano de una forma más orgánica, en la cual se responde a sus motivaciones más profundas.
Así, para hacerse una idea, alguien de formación jurídica que a lo largo del camino descubrió una insospechada inclinación por la labor comercial, y que cuenta con un líder que valora todas sus cualidades como persona, puede abrirse camino en un área ajena a su formación original, sin que esto represente volver a empezar de cero.
Este hecho, además de preservar la curva natural de crecimiento, favorece la formación de profesionales más integrales, que están en posición de complementar su formación base con los conocimientos adicionales a los que los inclinó su pasión; y que, a su vez, contribuye a su crecimiento extraprofesional, su motivación e, incluso, su sentido de identidad.
En esa línea, por ejemplo, desde Pei Asset Management, gestor del vehículo de inversión inmobiliaria líder en Colombia, tal espíritu de liderazgo consciente es un interés genuino que viene así desde la propia concepción del negocio, con el fin de insertarlo en el ADN de la compañía. Una decisión que se alinea con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número ocho: “Trabajo decente y crecimiento económico”, y que hace parte del Modelo Corporativo de Sostenibilidad de la organización.
Así, el trabajo por la competitividad del mercado inmobiliario, el desarrollo de ciudades inteligentes y el ejercicio de construir país que persigue Pei, se ejecuta desde una compañía que tiene dentro de sus diferenciales el bienestar y el crecimiento del individuo; un diferencial que, por cierto, eleva la sostenibilidad y, por ende, la rentabilidad del negocio, pues ambas van de la mano.
Dicho esto, aplicar el liderazgo consciente es una práctica que adquiere total relevancia, especialmente, en el contexto que configuró la pandemia. Esta es una forma de seguir humanizando el engranaje empresarial y, de paso, incrementar la competitividad de las compañías. Una organización con personas que exploten su potencial y que crezcan más allá de lo que indica su título universitario, es una organización que garantiza la sostenibilidad de su recurso más valioso: el humano.